En mi caso se une el hecho de que llego del trabajo por la noche, mientras que otros días lo alterno con trabajo a primera hora de la tarde hasta el viernes que libro desde las tres. Es lo que tiene una semana de auténtico barullo laboral en cuanto a sitios, horarios y tareas. Por eso, a cada día que veo la tele (entre semana, los findes son más de cine y leer) le corresponde su dosis de humor, adrenalina, reflexión, entretenimiento o pura evasión que es lo mejor que te da la tele.
Cómo conocí a vuestra madre es un soplo de aire fresco que entra a raudales entre tantos misterios por resolver (¡ojo! que me encantan pero proliferan demasiado), las TSNR (tensiones sexuales no resueltas) que normalmente yo dejaría bien atadas y las kilométricas tramas que abusan de cliffhangers. Como sitcom cumple con todos los requisitos: capítulos autoconclusivos, de corta duración, escasos personajes y ambientes muy localizados. Evidentemente no falta la sucesión de gags pero es precisamente en su toque de comedia donde traspasa los límites de mera comedia de situación. Es una serie cómica, más que una comedia. Las risas a carcajadas, ruidosas, estallan al mismo tiempo que uno aplaude a rabiar y se retuerce de risa en el sofá. Tus propias risotadas ahogarán las canned laughter que la acompañan.
¿Y quién es el cómico que participa en ella? Ninguno. Awesome! No es al estilo Seinfeld ni ha sido (ni será) cantera de cómicos del Saturday Night Live. Habla de un padre que tiene su increíble historia de amor. Pues bien, no he visto una serie donde se hable tanto de amor y no sea romántica al uso. Quizá la habilidad de los guionistas estriba en esa dualidad cómico-romanticismo. A mí, desde luego, me tiene enganchada en las dos vertientes.
Un día cualquiera acababa de encender la tele, cenaba, terminaba el telediario y veía en el periódico que echaban a continuación. Veo que en La Sexta empieza una nueva serie. A ver qué tal.
Un voz en off nos traslada al año 2030. Pero afortunadamente no salen platillos con cylones de por medio, sino un padre nostálgico que le cuenta a sus hijos adolescente (sospechosamente parecidos a los de hoy día) cómo conoció a su madre a partir del año 2005. Él es Ted Mosby (Josh Radnor). Es mono pero no es guapo. Tiene un buen trabajo pero una mierda de jefe. Es encantador pero también un tío enrrollado, vive en Nueva York y tiene los mismos gustos frikis de su/mi generación. Pero está enamorado. Él no lo sabe pero lo está. En realidad vive en permanente estado emocional de "chico conoce a chica-chico se enamora de chica". Hay quién le gana en eso. Ahí está su amigo de la universidad, Marshall Erikesen (Jason Segel) con su eterna novia Lily (Alyson Hannigan). Y hay quién suspende en eso. Ahí está su amigo Barney Stinson (Neil Patrick Harris), ególatra, infantil, y con un sofisticado código de ligues.
En el primer capítulo se produce el desencadenante de toda la serie: Marshall y Lily van a casarse después de un prolongado noviazgo que empezaron en la facultad (en la litera de arriba de su cuarto compartido con Marshall, como se encarga de recordar Ted) y de vivir juntos compartiendo casa con Ted. Ese mismo día conoce a Robin Scherbatsky (Cobie Smulders), de apellido impronunciable y canadiense, lo que será motivo de chistes continuos (es la versión actual de los chistes sobre Saint Olaf de Las chicas de oro)
¿Será Robin la elegida por Ted como madre de sus retoños?
Desde luego, el personaje de Robin, sin ser mi favorito, es sorprendentemente atractivo. No es fácil hacer de tía buena y resultar entrañable a la vez. Y su sentido del humor es el contrapunto perfecto a las payasadas de Marshall, las inseguridades de Ted, las cursildas de Lily (el único personaje que no acabo de encajar) y las filosofías de Barney.
Barney es punto y aparte. Es un personaje que nace con un Suit up (Póngase traje) y que tiene una historia que contar para cada mujer que se ha ligado (o querrá que se ligue su amigio Ted). Curiosamente yo confundí al actor que lo interpreta con el que hace de hermano mayor de Malcolm, pero se trata del que hacía de niño doctor y que en sus intervenciones en galas de premios se está revelando como todo un showman.
Las teorías sobre las mujeres, los ligues, las relaciones sexuales, sus frases y latiguillos; son todo un puntazo. Es el perfecto ejemplo de yuppie trasnochado de esta década que se ve en ocasiones empequeñecido ante el idealismo ecológico de Marshall, las buenas intenciones pedagógicas de Lily y el buen rollismo de Ted y Robin hacia sus congéneres. Precisamente las intenciones de los tres de no lastimar son las que más veces meten la pata. Barney es genial, es le-gen-da-rio.
A los personajes televisivos de hoy día se les exige más que a los de antes. Si antes simplemente les pasaban cosas, ahora evolucionan. La televisión -norteamericana, of course- está viviendo una auténtica edad de oro con unos productos muy buenos que por fin levantan el sambenito de ser la tele la hermana menor del cine. Pero no se puede comparar un guión cinematográfico cerrado con el de una serie. Y más hoy día cuando la prolongación de una serie depende de cuestiones económicas de audiencia y caprichos de productoras y no del final que quieran darle voluntariamente sus creadores y guionistas.
Se compara mucho a HIMYM con Friends. Para algunos es su sucesora y otros cuantos no bajan a Friends de su pedestal de reina de la sitcom. Friends es una buena serie que marcó una época. Quizá yo la vea más del lado romanticón que del cómico y me fije más en las chicas que en los chicos (al revés de lo que me pasa con HIMYM). Cómo conocí a vuestra madre le debe mucho a Friends. Toma elementos suyos a los que ya nos hemos acostumbrado los televidentes: un grupo de amigos treintañeros residentes en Nueva York cuyas vidas después del trabajo transcurren en un bar de encuentro. Pero se nota que los creadores de HIMYM dan un paso más, haciendo una serie más elaborada, reuniendo diversos géneros (en realidad hoy día ninguna serie de televisión responde a un sólo género) e introduciendo un estilo en la narrativa bastante ingenioso aunque no sea una novedad: los flashback.
La voz en off encaja perfectamente (hay quien le parece abusivo ese recurso, a mí en cambio suele gustarme). Y recordar el pasado de los personajes permite modificarlos continuamente. En cada episodio se relaciona la vivencia actual con una del pasado de un personaje. No hace falta que se esmeren en las modas o en que coincidan los looks. La gracia está en ver cómo influye el pasado en el presente.
Un día cualquiera pusieron la serie a las 2 de la mañana. Pasé a verla a través de Internet y salí ganando. No sólo puedo verla cuando quiera, sin publicidad y a mi ritmo sino que preferí verla en VO. Ahí sí que se sale ganando, por las voces y escuchar los gags originales.(*)
Cómo conocí a vuestra madre es muy divertida, tiene sus momentos entrañables y un guión más elaborado de lo que parece. Todo eso en 25 minutos incluyendo el paparará de la sintonía. It's legendary!
(*) La misma frase estrella de Barney cada vez que hace un Hi5 se entiende cuando la escuchas en inglés. Es un juego de palabras entre legen-dary y dairy (producto lácteo), que aquí ni siquiera se han molestaod en adaptar. It's gonna be legen- wait for it and I hope you're not lactose intolerant 'casuse the second jalf of that word is- dary!. Sería algo así como "¡Eso va a ser -y espero que no sufras intolerancia a la lactosa, porque es -la leche!"