* 15.45 horas
-¡Chicaaaa!!
Mi padre suelta una estentórea llamada. Yo pego un respingo porque en ese momento ando trajinando en mi cuarto. Ya estoy acostumbrada a que el tono de su voz sea diametralmente opuesto al contenido de su mensaje.
Está en la cocina con la lavadora y me deja instrucciones para el lavado. Ante su atónita mirada cojo un post-it y lo apunto.
- A las cinco la pones y a las 7 vengo yo y tiendo la manta.
* 17.30 horas (aproximadamente)
Pongo el termo del cuarto de baño. Me digo que a las siete habrá agua de sobra para que se duche. Entro en la cocina y veo el post-it sobre la encimera. Lo cojo con indisimulada satisfacción por no haberme hecho falta y lo tiro a la basura.
* 18.30
Salgo de la ducha. Empapada, antes de coger el albornoz (en realidad no me lo pondré, de mayo a octubre uso el natural drying casero), quito el enchufe. Sí, lo sé, estoy describiendo mi propia defunción. Me visto y salgo camino de la academia.
* 19.25
Entro en la academia y veo a un muchacho muy mono. Hasta las gafas de pasta roja no le desentonan. Salgo al patio donde está mi compañera S. fumando. Está sola y le hablo del que está sustituyendo a M. También le pregunto por J.A., un alumno mío que se ha apuntado este mes. Me dice que A. está todavía en inglés terminando un ejercicio.
Me voy a la sala de profesores pero la fotocopiadora está ocupada. Me dirijo a mi clase y van llegando mis alumnos. Se van acomodando y voy a empezar la clase. Antes, les voy diciendo que hoy terminamos el último tema y que la semana que viene empezamos el sprint final, animándoles a que hagan un último esfuerzo que les merecerá la pena. Tengo aún la abierta la puerta de la clase y veo venir al profe sustituto.
- Ya puedes usar la fotocopiadora, Virginia.
(¿Se acuerda de mi nombre? ¡Yo del suyo, noo! Eso no suele pasarme, claro que sus horas no coinciden con las mías y es la segunda vez que nos cruzamos. ¡Y qué manera tan curiosa de decirlo!!). Con estos pensamientos propios de la estación meteorológica en la que estamos me dirijo a la sala de profesores.
* 19.40
Estoy sola en la sala de profesores haciendo fotocopias. Suena mi móvil y hago un gesto de contrariedad. No me gusta dejar el sonido en el trabajo. Y el que me llama debe saber que estoy trabajando.
- Chica, ¿has puesto la lavadora?
(Unos segundos de silencio)
- La... ¿lavadora?
- Da igual, no pasa nada. (En un tono asombrosamente neutro)
No me da tiempo a decir que he puesto el termo. Mi padre es el perfecto ejemplo de que se puede arruinar a las compañías telefónias. Las palabras lavadora y termo se enmarañan en mi mente como si sus respectivos cables se enredaran cual ovillo de lana y un gato juguetón lo hiciera rodar de la sensación de haber hecho algo que me han encargado a la de no haber hecho algo que me han encargado.
Vuelvo a las hojas fotocopiadas y entro en la clase. Les reparto las fotocopias y durante los siguientes minutos lleno la pizarra (y espero que sus cabezas) de la trayectoria de la UE.
Termina la clase y veo a un alumno de Grado Superior esperándome. Me entrega un ejercicio que ha hecho para que se lo corrija. Veo su nombre escrito.
- Tú te llamas A. y no J.A.
El muchacho me dice que sí, muy bajito y sin darle importancia.
- Y yo llevo un mes llamándote con un nombre compuesto. La cosa es que cuando te llamaba A. es justo cuando pensaba que decía mal tu nombre.
Salgo de la academia y me voy a casa andando. El atardecer es precioso. El calor se ha alejado pero la luz aún brilla entre las jacarandas de la avenida.
Cuando llego a casa rebusco en la bolsa de basura. Allí estaban los pedacitos del post-it. Había escrito "enchufar..."
-¡Chicaaaa!!
Mi padre suelta una estentórea llamada. Yo pego un respingo porque en ese momento ando trajinando en mi cuarto. Ya estoy acostumbrada a que el tono de su voz sea diametralmente opuesto al contenido de su mensaje.
Está en la cocina con la lavadora y me deja instrucciones para el lavado. Ante su atónita mirada cojo un post-it y lo apunto.
- A las cinco la pones y a las 7 vengo yo y tiendo la manta.
* 17.30 horas (aproximadamente)
Pongo el termo del cuarto de baño. Me digo que a las siete habrá agua de sobra para que se duche. Entro en la cocina y veo el post-it sobre la encimera. Lo cojo con indisimulada satisfacción por no haberme hecho falta y lo tiro a la basura.
* 18.30
Salgo de la ducha. Empapada, antes de coger el albornoz (en realidad no me lo pondré, de mayo a octubre uso el natural drying casero), quito el enchufe. Sí, lo sé, estoy describiendo mi propia defunción. Me visto y salgo camino de la academia.
* 19.25
Entro en la academia y veo a un muchacho muy mono. Hasta las gafas de pasta roja no le desentonan. Salgo al patio donde está mi compañera S. fumando. Está sola y le hablo del que está sustituyendo a M. También le pregunto por J.A., un alumno mío que se ha apuntado este mes. Me dice que A. está todavía en inglés terminando un ejercicio.
Me voy a la sala de profesores pero la fotocopiadora está ocupada. Me dirijo a mi clase y van llegando mis alumnos. Se van acomodando y voy a empezar la clase. Antes, les voy diciendo que hoy terminamos el último tema y que la semana que viene empezamos el sprint final, animándoles a que hagan un último esfuerzo que les merecerá la pena. Tengo aún la abierta la puerta de la clase y veo venir al profe sustituto.
- Ya puedes usar la fotocopiadora, Virginia.
(¿Se acuerda de mi nombre? ¡Yo del suyo, noo! Eso no suele pasarme, claro que sus horas no coinciden con las mías y es la segunda vez que nos cruzamos. ¡Y qué manera tan curiosa de decirlo!!). Con estos pensamientos propios de la estación meteorológica en la que estamos me dirijo a la sala de profesores.
* 19.40
Estoy sola en la sala de profesores haciendo fotocopias. Suena mi móvil y hago un gesto de contrariedad. No me gusta dejar el sonido en el trabajo. Y el que me llama debe saber que estoy trabajando.
- Chica, ¿has puesto la lavadora?
(Unos segundos de silencio)
- La... ¿lavadora?
- Da igual, no pasa nada. (En un tono asombrosamente neutro)
No me da tiempo a decir que he puesto el termo. Mi padre es el perfecto ejemplo de que se puede arruinar a las compañías telefónias. Las palabras lavadora y termo se enmarañan en mi mente como si sus respectivos cables se enredaran cual ovillo de lana y un gato juguetón lo hiciera rodar de la sensación de haber hecho algo que me han encargado a la de no haber hecho algo que me han encargado.
Vuelvo a las hojas fotocopiadas y entro en la clase. Les reparto las fotocopias y durante los siguientes minutos lleno la pizarra (y espero que sus cabezas) de la trayectoria de la UE.
Termina la clase y veo a un alumno de Grado Superior esperándome. Me entrega un ejercicio que ha hecho para que se lo corrija. Veo su nombre escrito.
- Tú te llamas A. y no J.A.
El muchacho me dice que sí, muy bajito y sin darle importancia.
- Y yo llevo un mes llamándote con un nombre compuesto. La cosa es que cuando te llamaba A. es justo cuando pensaba que decía mal tu nombre.
Salgo de la academia y me voy a casa andando. El atardecer es precioso. El calor se ha alejado pero la luz aún brilla entre las jacarandas de la avenida.
Cuando llego a casa rebusco en la bolsa de basura. Allí estaban los pedacitos del post-it. Había escrito "enchufar..."
6 Comments:
Un despiste lo puede tener cualquiera, un día fui a guardar mis gafas y las metí en la nevera, me volví loca buscándola.
Besos, hasta pronto.
hola zinquirilla! olvidos y equívocos los tenemos todos. freud los estudió extensamente en su libro 'psicopatología de la vida cotidiana', que es denso pero muy interesante.
quería comentarte también que te he dejado un cuestionario en la última entrada de mi blog, por si te apetece hacerlo.
¿ en que estarias pensando chiquilla ?
besos
MAGAMERLIN, jajajaja, qué bueno, es la versión intelectual del sujetador de Marilyn Monroe. Para el verano es una idea muy fresquita.
CHEMA, tomo nota de la obra freudiana. Aunque no sé si saldría de su lectura con un sentimiento de culpabilidad o con el síndrome de "no tiene importancia".
Gracias por el cuestionario, lo postearé a lo largo de la semana que viene.
PEDRO, eso se preguntaría mi padre, jejeje. Como decimos aquí abajo, estaría ennortá.
¡Un saludo a los tres!
Nada nada Zinqui, no valen excusas. Y tampoco pasa nada, que no es una cosa tan importante como que te dejes el fuego con algo encendido y te encuentres la cocina a tu vuelta negra, que eso le ha pasado a mucha gente y hasta los bomberos han acudido.
Y no veas luego para quitar el negror y los olores... ufff.
Que todo sea eso... :)
Bonita tu sinceridad en este post, se aprende y se ve la vida cotidiana que muchos llevamos.
Besos.
EURÓPIDES, ya que estamos con la sinceridad (o el autoflagelamiento), he de reconocer que pertenezco a ese porcentaje de la población que se deja las cosas encendidas. Mi padre el pobre pasó una vez un susto tremendo cuando avistó a los bomberos al principio de nuestra calle. Salió ardiendo una casa próxima a la nuestra. Me he dejado el calentador un par de veces (aunque desde hace dos inviernos ya no me pasa :D)
¡Un saludo!
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