"Sábado 1 de noviembre de 1755, estándose celebrando los Divinos Oficios en esta Santa Iglesia y principiada la Misa de Tercia a las diez de la mañana, la Majestad Divina, manifestó su justa irritación con que por nuestras culpas teníamos indignada su justicia, avisándonos por medio de un espantoso terremoto que duró como unos diez minutos por medio del que vimos evidentemente querer su Majestad Divina acabar con nosotros en ese mismo instante, a no mediar su Madre Santísima, como amparo de pecadores, por cuya intersección nos libertamos de tan justo estrago, usando al mismo tiempo de sus misericordias, dejándonos vivos y no permitiendo que no obstante las muchas ruinas que de éste santo templo se desprendieron, quedásemos sepultados todos cuantos dentro de él estábamos, antes se verificó que persona alguna de las que en él estaban no padeciese la menor lesión, obrando en esto innumerables prodigios ... huyendo cada uno a buscar sitio donde las ruinas no le sepultasen ..."
(A.C.S. : Sección Secretaría. Serie : Libros de Actas Capitulares. Nº122. fol. 376)
(A.C.S. : Sección Secretaría. Serie : Libros de Actas Capitulares. Nº122. fol. 376)
Las Actas Capitulares del Cabildo Catedralicio de la ciudad de Sevilla recogen lo ocurrido el 1 de noviembre de 1755, el Terremoto de Lisboa. Un maremoto, en realidad, muy similar al tsunami de diciembre de 2004, que destrozó la mitad de la capital portuguesa y cuyos efectos se notaron notablemente en el Golfo de Cádiz y en zonas tan interiores como Salamanca o Ávila. En general se sintió en toda Europa (hasta Filandia) y en el Caribe (en las Martinicas). La ciudad de Cádiz se salvó milagrosamente gracias a sus murallas (hay quien asegura que se producirá uno en el año 2205) y en Sevilla las consecuencias físicas y humanas también fueron notables.
Como cuentan las crónicas, los temblores sorprendió a la inmensa mayoría de los sevilllanos en el interior de la catedral y en el resto de templos hispalenses pues ocurrió a las 10 de la mañana y tenía lugar la celebración religiosa de Todos lo Santos.
La catedral sufrió el derrumbe de una de sus bóvedas sepultando a 9 personas que perecieron. La Giralda, a diferencia del terremoto de 1356 en que se cayó el famoso yamür, apenas sufrió desprendimientos, pero repicaron las campanas y el pueblo creyó ver a las Santas Justa y Rufina sosteniendo la torre, evitando así su caída. Nace así uno de los iconos artísticos más conocidos de la ciudad. Unas trescientas casas quedarían arruinadas.

Como acción de gracias se levantó un monumento entre la Lonja, el Alcázar y la Puerta de San Cristóbal y la plaza pasó a llamarse del Triunfo.
Precisamente es uno de mis rincones preferidos de Sevilla. Me gusta pasear por esta plaza, que acogió el primero foro de la ciudad romana, de forma irregular que flanqueada por el monumento del Triunfo y el de la Inmaculada, muestra el lienzo de sillares más primitivo del Alcázar y permite descubrir a la Giganta recortarse en el cielo entre las cresterías de la catedral.
"Se estremecieron violentamente los edificios, cayeron algunos y partes de las iglesias. En la Patriarcal con espantoso horro llovieron piedras de sus bóvedas y cayeron pilares. En toda Sevilla solas seis personas perecieron".
Inscripción en la lápida del monumento.

(*) El Día de la Ira