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Una canción

domingo, 4 de octubre de 2009

El look de la crisis

"Era el 12 de febrero de 1947. Esa mañana en París tiritábamos de frío a 13 grados bajo cero. Faltaban carbón, los periódicos estaban en huelga indefinida. De modo que los franceses fueron los últimos en enterarse de un acontecimiento insólito que había tenido por escenario una mansion particular de la Avenida Montaigne: el nacimiento de un modista; es más, de una moda. Es más: de la Moda. La moda que dictaría la ley desde América hasta Australia

Así contaba la periodista y guionista François Giroud el nacimiento de “New Look”, la primera colección firmada por Christian Dior. Carmel Snow, editora jefe de la revista norteamericana Harper's Bazaar nombró la colección como el “New Look”, cuando dijo:

It’s quite a revelation dear Christian... Your dresses have such a new look” ("Es una revelación, querido Christian (Dior)... tus vestidos tienen un nuevo look").

La primera colección de Dior, su línea "Corolle" (en referencia a la corola de una flor) revolucionó el mundo de la moda y brindó la posibilidad a las mujeres, parisinas y no francesas, de lucirse sofisticadas y elegantes, tras los rigores de la contienda mundial.

Si la guerra y la moda, aparentemente, nada tienen que ver, esa disociación podría encontrarse entre la economía y la moda. La resistencia en Francia no sólo fue una labor militar (o cívica), pues las francesas estaban dispuestas a mantener su reputación de mujeres mejor vestidas del mundo y a pesar de los conflictos, las zonas ocupadas y la carestía general, lograron mantener un estilo que al mismo tiempo afianzaba su independecia en unos años en que accedían al mercado laboral, especialmente a puestos hasta entonces reservados a hombres, ahora en el frente.

No obstante diríase que el estilo que se extendió por la Francia ocupada era bastante extravagante. Mientras el resto de inglesas, norteamericanas, italianas e incluso alemanas asumieron como un deber y un virtuosismo el vestir con modestia y sobriedad, las francesas utilizaban un rojo oscuro para los labios y una gama de colores vivos donde, en loor a su chovinismo, no podían faltar el rojo, el blanco y el azul.

Frente al jolgorio desenfrenado de los años 20, la moda de los años 30 fue mucho más elegante. En la década que nos ocupa, la mujer debía guardar su espontaneidad y optar por lo cómodo cuando no por lo que había. Como en la escena de la llegada de las mujeres de la caravana (Westward the women) cuando piden trajes y un rudo vaquero Robert Taylor reconvertido en caballero les lleva retales de manteles, sábanas y cortinas que ellas primorosamente convierten en faldas, vestidos, blusas y pañuelos. En la moda de los años de la guerra todo parecía calculado y en realidad lo era:

Los viejos pañuelos de seda se convertían en faldas campesinas o turbantes con que recogerse el pelo en las fábricas (en EEUU se prohibió en las fábricas armamentísticas que las mujeres lucieran el famoso peek-a-boo-bang de Verónica Lake que tanto se enredaba con las municiones); se cosían las faldas y asi nace la falda-pantalón, muy cómoda y que abrigaba mejor, y se pusieron de moda los remiendos de estampados de cuadros o topos que al final se lucían más por coquetería que por ardid de tapar el desgaste de la ropa. Por el contrario los sombreros y los tacones (hechos de corcho) subieron en altura estilizando aún más la delgada silueta femenina de entonces. En los sombreros es donde confluyó el afán estiloso aunque el resultado, visto hoy día, nos parecería excesivamente recargado. Cualquier material era colocado con alfileres para lucirlo en los viejos sombreros de fieltro: velos, papel de periódico, bolitas de nácar, botones, cuando no quedaban cintas ni plumas. Mientras más recargado estuviera el sombrero, menos se reparaba en la figura de la mujer.





Lucien Lelong quien fuera presidente del sindicato de la cámara de la costura entre 1936 y 1946, logró sortear las reticencias que había ante cualquier atisbo de lujo o frivolidad y logró salvar la industria de lujo en París. Casas como Laving, Fath, Rochas, y la suya propia, continuaron durante la posguerra y su supervivencia marcaría el auge que vivieron las nuevas casas como la de Dior.

A ojos de los otros países beligerantes, Francia era la potencia narcisista, una Versalles de lo textil, que seguía ofreciendo a sus mujeres vestidos nuevos. Un lugar donde reinaba la extravagancia y que si utilizaba el cinturón no era para apretárselo, desde luego:

En Gran Bretaña, se dictaron en 1941 estrictas normas de racionamiento que afectó a los metros de tela, número máximo de bolsillos, pliegues y complementos. En EE.UU, no hubo restricciones tan estrictas pero imperaba una presión moral sobre la población femenina igual de fuerte. En Alemania, de las mujeres se esperaba un aspecto aseado y modesto. De cara a la galería, estaban mal vistas la seda, las pieles, las joyas y el maquillaje excesivo. En Europa, la mujer empezó a usar estrechas chaquetas de hombros marcados y trajes rectos que adoptaban un aire ligeramente militar. Las faldas se acortaron en mor del ahorro de tela pero conservando siempre el decoro y los sombreros recogían la única fantasaía que se permitían. Las proporciones quedaban totalmente deformadas.





Sólo un lugar en el mundo tuvo la oportunidad de ofrecer a sus féminas todo el glamour y la elegancia que acompañar a la belleza de gráciles cuerpos. En Hollywood, todo se permitió. Es más, se potenció el estilo de las grandes estrellas que lucían trajes de noche con pieles, escotes y joyas deslumbrantes. Era el lugar de los sueños y el mundo, rendido y desperado, cuando no enfurecido en una locura de ira, necesitaba soñar.

En 1945 acaba la guerra y Europa es una gigantesca chimenea humeante. Hay que levantarse y reponerse. Hay dolor y necesidad pero ya acabó todo y hay que mirar al futuro. Aunque la población necesitaba recuperarse, en los primeros tiempos, le costó entregarse al cambio de sentimientos triunfales. La vida social y la cultura resurgieron pero reinaba cierta sensación de pudor de divertirse porque sí.

La apuesta de Christian Dior para que la mujer recobrara la elegancia y la sofisticación arrebatada contradecía todas las teórías de la economía. Su moda era muy femenina, destacaba las curvas y era elegantísima. Las faldas se alargan a los tobillos, hombros torneados, el talle estrecho conforma las llamadas cintura de avispa y la silueta se realza con faldas de vuelo. Era una moda de complementos bien coordinados: sombrero, guantes, bolso y zapatos de agja a juego con el conjunto, pero sin estar especialmente adornados, todo en su justa medida para hacer el vestuario lo más favorecedor posible, recuperándose así la armonía de las proporciones femeninas.

Sin duda la parte más llamativa era la abundancia de tela. Metros y metros de tela. Si en su primera colección, las faldas a 20 cm. del suelo contenian 9 metros de tela, hubo conjuntos abullonados hasta de 25 metrosde tela . Desde entonces a cada época de crisis le correspondería un alargamiento de las faldas y a la bonaza un acortamiento. Un laissez faire, laissez passer para la Moda.

Otra característica sería la simbiosis entre la moda de día y de noche. La elegancia siempre primaba. Las faldas de día se cambian por vestidos vaporosos de noche. Aparentemente era una moda lujosa pero la aparición de nuevos materiales más económicos y resistentes como fibras sintéticas poseían el mismo brillo que la seda o el tafetán y no eran tan delicadas. La ropa de noche constituyó la gran novedad, las muchachitas se acicalaban para pasar veladas de paseo o de cine. Apareció el vestido de cóctel que con los años se haría un must en el fondo de armario, elegante pero menos formal que un vestido de noche, más corto y económico era el conjunto ideal para las primeras horas de la noche en veladas con amigos. Como nos encontramos a fnales de la década, este conjunto se extendería en los 50. Ha llegado hoy día a ser ese traje negro que toda mujer debe tener.

El New Look ha sido reiventado infinidad de veces en busca de ese halo de feminidad que no debe perderse.

¿Hay crisis mejores y peores? ¿O son de ahora y de antaño?

Por la red han circulado estas palabras del sabio Einstein:

"La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque trae progresos. En la crisis nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado

¿Y quién dijo que la moda está ahora en boga?

"Acudí donde existía un taller de estampación para pintar telas, pues en aquel tiempo los vestidos de seda, generalmente de color claro, se pintaban según la moda, y cuando ésta pasaba, se volvían a pintar con distintos ramos y dibujos, realizando así una feliz alianza entre la moda y la economía, para enseñanza de los venideros tiempos".

Son las andanzas de Gabriel Araceli en La Corte de Carlos IV (Episodios Nacionales).

Nihil novum sub solis.

El post se avenía a hablar del look gótico que se estila ahora pero no tengo opinión sobre el gusto de dos adolescentes sino sobre la desfachatez de un presidente de gobierno y eso me estropearía el post. Vivé la frivolité.

jueves, 11 de septiembre de 2008

El increíble vuelo del samurai

De forma errónea, se cree y se afirma, que el ataque del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, es el primero en sufrir en su propio territorio (se descarta Pearl Harbour por tratarse de una base militar en la isla Oahu, 18 años antes de que Hawai se incorporara como estado). Nada más lejos, pese a que las dimensiones de aquél son extraordinarias y que ciertamente ninguna batalla o frente ha tenido lugar en suelo yankee. Un país imperialista que ha intervenido en todos los conflictos mundiales de la centuria anterior pues habría recordar que mientras se formaba ese país, se siguió la Doctrina Monroe.

Durante la II Guerra Mundial, se pueden sintetizar los ataques que se produjeron directa o indirectamente en Estados Unidos:

* Cañoneo de Ellwood
* Batallas de las Islas Aleutianas
* Faro de Punta Estevan
* Ataques en Oregón
* El raid aéreo sobre Oregón
* Globos incendiarios
* Batalla de los Ángeles
* Minas en el puerto de Nueva York.

El único ataque aéreo que Estados Unidos había sufrido antes del 11S es el que ocurrió en Brookings (Oregón). Los antecedentes constituyen el primer ataque continental del 21 de junio de 1942.

El que nos ocupa, constituye un episodio aislado por cuanto es fruto de la osadía y la imaginación de un solitario aviador japonés, Nobuo Fujita.


Nacido en 1911, desde joven se sintió fascinado por la aviación. Sus excepcionales dotes de vuelo pronto le permitirán engrosar las exclusivas filas de oficiales de la Armada. Durante los primeros años de la II GM, embarcado en el I-25, este natural flyer realizó atrevidas y arriesgadas incursiones, la mayoría realizadas de noche, guiándose sólo por los faros costeros (sobrevoló Sidney, Melbourne y Auckland) al más puro estilo vol de nuit. Su aeroplano era el pequeño hidroavión Yokosuka E14Y (apodado Glenn por los aliados), que se lanzaba desde una rampa en cubierta y que los operarios montaban en una hora. Su velocidad de crucero era de 135 kilómetros por hora, tenía una autonomía de cinco horas y, por toda defensa, una ametralladora de 7,7 milímetros.

Una idea tuvo este descendiente de samurais que siempre volaba con su ancestral espada. Una idea de locos en una guerra de locos. Una hazaña con la que honrar a la patria y pasar a la historia, habiendo ya sido señalado en ella tras su participación en Pearl Harbour. Su arrojo le llevó a concebir un plan, que las autoridades niponas, en una secreta reunión con la asistencia del propio emperador Hiro Hito, respaldaron. Eso sí, la idea original de sobrevolar el canal de Panamá fue sutilmente modificada: consistiría en bombardear la costas norteamericanas, en concreto los frondosos bosques de Oregón. Se pensaba que las autoridades norteamericanas enviarían una importante flota a esa zona donde les esperarían los japoneses, aparte de la conmoción y el miedo que infligirían a la población estadounidense.

La operación tenía la particularidad de que el hidroavión despegaría de un submarino, práctica que sólo los japoneses desarrollaron en la contienda. Así, la mañana del 9 de septiembre de 1942, Nobuo Fujita y el copiloto Okuda Shoji (quien moriría en la guerra) tras colocarse las antiparras típicas de los pilotos japoneses en forma de ojos de gato y escuchar los "¡banzai!" de rigor de la tripulación, despegaron a los mandos de un E14Y desde la pista emergida de un submarino I-25 situado frente a la costa oeste de Estados Unidos. Pusieron proa a la cercana Oregon. Su carga, un par de bombas incendiarias. Una de ellas no explotó y la otra apenas chamuscó siete árboles. La culpa la tuvo la lluvia de días anteriores. Aún así, días después se volvió a la carga. El 29 de septiembre descargó dos nuevas bombas que crearon un pequeño incendio. Como en una comedia de Capra, no fue suficiente para despertar al servicio local de bomberos de la cercana localidad de Brookings.

Así, ninguna potencia del Eje logró surcar el cielo norteamericano hasta que seis décadas después, hubo unos descomunales ataques mudando el destino de cuatro aviones civiles.

Pero nuestra historia continúa ya que el valiente Fujita sobrevivió a la guerra. Y en 1962 las autoridades de Brookings le invitaron a la localidad. Reconvertido en comerciante de metales, su vena militar afloró y, sospechando que podría ser juzgado por crímenes de guerra, llegó con su ancestral espada de samurai, dispuesto a cumplir con el harakiri si era preciso. Mas, los habitantes de la pequeña localidad sólo tenían curiosidad por ver a aquel menudo japonés tan osado en una guerra ya pasada. Se le homenajeó y él volvió a sobrevolar aquellos bosques, donde se sembró una secuoya. Agradecido por las atenciones recibidas, donó su espada que hoy exhibe orgulloso el ayuntamiento.
En 1997 muere nuestro héroe de guerra y su hija depositó parte de sus cenizas en aquellos bosques que quiso incendiar.

Una anécdota más de la II Guerra Mundial. Una historia aventuresca con tintes románticos incluso. Una idea descabellada que fracasó pese atodo el empeño de su protagonista.

domingo, 31 de agosto de 2008

The Day Before

Tuesday, 15 June 1976

Sunday, 5 August, 1945

Thursday, 21 November 1963

Monday, 10 September 2001

Thursday, 31 August 1939
Berlín, Alemania. A las puertas de la segunda guerra mundial, en una escuela los maestros realizan simulacros con los alumnos utilizando mascaras de gas.


"El 31 de agosto de 1939 todo el mundo en Varsovia llevaba ya cierto tiempo convencido de que la guerra con los alemanes era inevitable. Sólo los optimistas incorregibles seguían abrigando la ilusión de que la resuelta postura de Polonia disuadiera a Hitler en el último momento. (...).
Me despertó el ruido de las explosiones. Ya era casi de día. Miré la hora: las seis".
El pianista del gueto de Varsovia, Wladyslaw Szopilman (1946)

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