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jueves, 27 de mayo de 2010

De Roma a Gades

Las Consejerías andaluzas de Cultura y Educación en colaboración con el Gabinete Pedagógico del Museo de BB.AA. de Sevilla, han desarrollado este juego multimedia en flash para los alumnos de Secundaria.

Como indica su título, "De Roma a Gades", se trata de un recorrido virtual por la Vía Augusta, calzada romana que comunicaba ambas ciudades, pasando por Castulo, la costa mediterránea y los Pirineos.

Formando equipos, hasta 6 jugadores pueden participar de manera simultánea en el juego. La ambientación en la época está presente desde que lo inicias, con la música, aunque sea estilo Quo Vadis, la caracterización de auriga para cada jugador y los papiros que se despliegan en cada pregunta.

Es un juego muy sencillo pero muy entretenido a la vez. Una combinación del Juego de la oca con el Trivial con un recorrido lineal y las preguntas clasificadas en 6 categorías: Historia, Geografía, Espectáculos, Historia del Arte, Literatura y Costumbres. La pregunta te la hace un dios vinculado con el tema de la pregunta (Apolo, Saturno, Minerva). Cuando se llega a Gades, si no has reunido los seis galardones te harán retroceder.


Así el juego se puede alargar, pero en caso de empate le da emoción. Las preguntas son muy sencillas, algunas muy específicas y salvo un par demasiado localistas (responder en qué dirección está orientada la puerta romana de Carmona en un colegio asturiano tendrá su mérito), la mayoría son preguntas generales. Yo ya me he caracterizado, juegan una partida?

* Juego:


lunes, 10 de mayo de 2010

El origen de las Universidades

Aunque el programa Erasmus no se llame así por el humanista del Renacimiento Erasmo de Rotterdam (su nombre responde a las siglas European Region Action Scheme for the Mobility of University Students -Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de Estudiantes Universitarios- pero creo que indirectamente influyó la figura del pensador en su denominación), el Plan Bolonia sí fue firmado en esa ciudad italiana, lo cuál no es casualidad.

La Universidad de Bolonia fundada en el año 1088, es considerada la más antigua de Europa (*). En España, es la de Palencia, fundada por el rey Alfonso VIII de Castilla en 1208 aproximadamente. Apenas tuvo continuidad y pocos años después nacería la de Salamanca, la primera en Europa en tener el título de "Universidad". Junto a la de Santiago de Compostela (la Fonseca de la popular canción), la Complutense, Granada y Sevilla son las más emblemáticas de España en cuanto a antigüedad.

Esto es en el mundo occidental pero no debe considerarse una creación europea. La educación, sobre todo la de los niños, estaba organizada desde siglos anteriores. En la Antigüedad clásica existieron escuelas y grandes filósofos fueron educadores de personajes no menos célebres e importantes de la Historia (Platón, Aristóteles, Séneca). Pero es en Oriente, en China, la India, donde encontramos escuelas superiores antiquísimas. Tradición que pasó a las escuelas persas y árabes. En el mundo musulmán, las llamadas madrasas eran escuelas adheridas a la aljama (la mezquita principal de la ciudad) que impartían, estudios principalmente teologales.

Todo este bagaje tuvo su influencia, sin duda, pero no fue la causa de que en la Baja Edad Media (siglos XIII-XV), Europa quedara sembrada de Universidades: Sorbona, Oxford, Coimbra, Lovaina, St. Andrews, Basilea, etc.

Para rastrear los orígenes de la Universidad en Europa, debemos acudir a la característica que ofrece la misma época de su nacimiento a lo que se une la tradición propia de educación que había en el Occidente medieval. La cultura grecolatina quedó muy resentida de los movimientos de pueblos germánicos que propiciaron la caída del Imperio Romano (el año 476 d.C. es la fecha clave de ello). Europa cambió sustancialmente en los primeros años de la Edad Media, ofreciendo ya, aspectos más medievales que de su pasado romano. Lo más llamativo será la ruralización creciente que conlleva no la desaparición de las ciudades pero sí su lenta decadencia demográfica, urbanística y social. La cultura queda en manos de la Iglesia, la cuál también queda involucrada en ese proceso de tal manera que, los grandes centros religiosos, como se sabe, radican en monasterios, institución entonces típicamente rural. En la soledad del inmenso campo de la época, rodeado de frondosos e ignotos bosques, el trabajo individual del monje amanuense, más dócil que intelectual, será la herramienta fundamental para la conservación, tranmisión y por último enseñanza de la cultura clásica. Aunque será la latina la más mimada. La Iglesia de entonces repudia lo clásico por sonar a pagano pero considera un acto divino de salvación la conversión al Cristianismo. No será casualidad, por tanto, que las obras de la Patrística, escritas en medio de convulsos años sean las que queden al resguardo, así como otros autores más o menos reconocidos pese a su paganidad. El caso más significativo es el de Platón por su filosofía, considerada muy próxima al Cristianismo (en aspectos com la concepción del alma o la práctica de virtudes). En los monasterios hubo pequeñas escuelas, inspiradas en el modelo curricular benedictino, que acogían a hijos de la nobleza, fundamentalmente a aquellos que nacían en tercer lugar y eran destinados a la vida monacal.

La Plena Edad Media (siglos XI-XII) es la etapa que hace de bisagra preparando los cambios que se avecinan con la Baja Edad Media. El surgimiento, cada vez más pujante, de un grupo social como es la burguesía, ligado al comercio y las profesiones liberales y por tanto con una mentalidad abierta alejado de férreas y pétreas convicciones sociales como es el caso de la nobleza, junto a un aumento considerable de la población y una serie de imperceptibles pero notorios adelantos tecnológicos (la apertura de espacios agrícolas fue la que produjo en realidad el boom poblacional), conllevan al resurgimiento de las ciudades.

Los monasterios ceden paso a las catedrales y serán las escuelas catedralicias los gérmenes de las futuras universidades europeas. La universidad por tanto es genuinamente urbana, aupada por la burguesía y nuevas ordenes religiosas (dominicos y franciscanos). El término Universitas hacía referencia a cualquier comunidad agrupada con un fin. Serán los profesores los que se agrupen para garantizar su autonomía basándose en la conocida "libertad de cátedra" y también los estudiantes. Algunas de estas escuelas alcanzan el grado de Studium Generale cuando reciben a alumnos de otras diócesis y expiden títulos con validez fuera de ellas.

En un mundo cambiante, las nuevas fuerzas sociales y económicas de los gremios y la burguesía en general, se apoyarán en las Universidades como vía de superación y diferenciación. En Italia, con un poder tan fragmentado hubo comunas municipales que consiguieron consolidarse y dieron lugar a repúblicas tan florecientes como al de Florencia o Venecia. La Iglesia sustenta un enorme poder temporal y auspicia la creación de universidades. Las Universidades tendrán sus propios estatutos y recibirán privilegios jurídicos y sociales por parte del poder civil y el papado.

Es en esta época cuando se recupera el Derecho Romano, cuyo estudio se realiza en las universidades y se convertirá en la especialidad de la de Bolonia. También se recupera la obra de Aristóteles, prácticamente un desconocido debido a que su obra provenía de traducciones del griego al árabe. El pensamiento platónico también cede al aristotélico.

La organización de los estudios universitarios era como la conocemos hoy día. El cambio ha sido cuantitativo en cuanto a número de estudios y estudiantes y la progresiva mercantilización que sufre hoy día la institución (pocos somos ya los que estudiamos por amor al conocimiento). Cada Universidad se organizaba en Facultades y se distinguían las Menores (Lógica, Aritmética, Arte y Música) de las Mayores (Teología, Derecho Canónico, Derecho Civil y Medicina). Las primeras eran preparatorias de la segundas. La enseñanza universitaria se basaba en cuatro pilares: Lectio, Qaestio, Disputatio y Determinatio. La relación entre profesores y alumnos era muy estrecha y se sucedían vivas y acaloradas disputas intelectuales con fluidas comunicaciones epistolares. Una vez finalizados los estudios se obtenían los títulos de Bachiller, Licenciado y Doctor.


(*) Para algunos, la más antigua sería la escuela médica de Salerno fundada en una fecha imprecisa del siglo X. No tuvo continuidad hasta que se refundó. Para otros se trataría de la escuela de san Clemente en la ciudad macedonia de Ohrid (antiguo reino de Bulgaria) que data del siglo IX.

martes, 23 de febrero de 2010

El lugar de las ideas (1ª parte)

Ejecutoria de hidalguía ofrecida por Felipe II a los hermanos Gascón (1569). Archivo de Simancas.

Del latín scriptūra, la escritura es la acción y efecto de escribir, esto es, de representar las palabras o las ideas con letras u otros signos trazados en papel u otra superficie. Esta definición clásica del término escritura, va acompañada de otras tantas, formuladas por la hornada de paleógrafos que la han propuesto. La de Lucien Février, "el procedimiento del que se ha valido el hombre para fijar la lengua articulada, fugitiva por naturaleza", desprende cierto halo romántico en su concepción de la lengua y no hace sino reafirmar el carácter sólido del soporte de la escritura, uno de los ejes de la Paleografía.

Sin entrar en disquisiciones actuales que denostan la separación entre materiales blandos y duros, aunque sin olvidar que dicho punto, por muy restrictivo que sea, nacido al socaire del monje Jean Mabillon en el siglo XII, posibilitó la formación de otra disciplina histórica como es la Epigrafía (encargada de los escritos en soportes duros, tales como bronce, piedra, mármol); en un día como hoy de recordatorio de la imprenta de Gutenberg, y cuando yo misma junto a millones de personas escribimos nuestras impresiones en un espacio virtual (el soporte sería el disco duro del servidor) y ante la aparición del libro electrónico (curioso que aún lo llamen "libro"), voy a hacer un recorrido por los distintos soportes que acogieron el arte de la escritura.

Constituye una tecnología, revolucionaria y utilísima, cada soporte que ha recogido las ideas del animal cultural que somos, en palabras de Carlos París. Desde la solución del pesado, opaco, rígido, compacto y espeso barro de las tablillas sumerias, se alcanzaron felizmente las leves, finas, flexibles, alisadas y sutiles películas del papiro y pergamino, hasta llegar a la extensión que permitía el papel industrial. La elección de la materia en la que se escribe o soporte sustentante de la escritura (in quo scribitur) viene condicionada por factores sociales, políticos, religiosos y económicos y a su vez por el tipo de escritura: con qué instrumental se ha escrito y de qué material se han conformado los signos sobre el soporte, como son las incisiones, tintas, o soporte sustentado (ex quo scribitur).


Tablilla sumeria, dinastía Ur III.

La escritura nace en Mesopotamia por una mera necesidad de administración para llevar cuentas y anotaciones agrarias. Es interesante observar cómo nace antes el documento que el libro y antes el archivo gubernamental que la biblioteca literaria. Con una milenaria tradición en la elaboración de cerámica arcillosa y decorada con incisiones, no hubo en realidad necesidad de crear un nuevo soporte. Los alfareros moldeaban la arcilla, muy fina, hasta darle una forma de tablilla levemente convexa para una mayor consistencia. El escriba, tal y como reflejan los bajorrelieves asirios y babilónicos, incidía en la arcilla húmeda y blanda con una cuña de metal, marfil o madera. De ahí el nombre que recibe esta escritura, cuneiforme, que consiste en una serie de pictogramas. Una vez finalizado el recuento, la tablilla se cocía al horno. Era sin duda un material oneroso de transportar pero su destino era el de las estanterías de palacios donde se alineaban dejando a la vista el filo que llevaba una especie de membrete para su localización. Aunque frágiles en su caída, se fracturaban de modo que se podían recomponer y eran incombustibles, por eso han llegado hasta nosotros en medio de tantos avatares históricos.

Tablillas, sellos y cálamos junto a monedas ejemplifican la relación entre el comercio y la escritura en este fresco de Pompeya.

También hubo tablillas de otros materiales. En menor medida, de metal y con mayor abundancia, de madera recubiertas de cera. Éstas, humildes pero muy eficaces, utilizadas por sumerios, egipcios, griegos, romanos y con plena vigencia en la Alta Edad Media, quedan recogidas en testimonios escritos o artísticos y apenas se han conservado por sus materias orgánicas. Eran tablas rectangulares de madera cubiertas de cera, a modo de las pizarras que conocemos hoy día. No obstante, precisamente por ser abundante, barato y fácil de usar y transportar, fueron el soporte más usado en la cotidianidad de esas sociedades históricas. Cartas personales, documentos de compraventa, anotaciones de todo género, borradores de discursos, las famosas notae tironianae (la taquigrafía empleada por Tirón, esclavo de Cicerón), apuntes, minutas, ejercicios escolares. Todo ello quedó recogido en las tabullae, que además se reutilizaban como bien recomendaba Horacio (1). Los estilos o cálamos con los que se escribía, acababan en una especia de espátula con la que se rascaba la cera borranndo lo escrito y ya se podía reescribir.



Frescos pompeyanos que representan a Safo (arriba) y a Terencio (abajo).

Merece reseñar que estas tablillas se agrupaban en dípticos, trípticos o polípticos, según el número, formando así un Codex o Códice, con la misma forma que tiene el libro. Fueron sus formas las que concibieron los libros de pergamino, encuadernados y cosidos por el lomo. Según Joseph van Haeltst, la sustitución progresiva del rollo de papiro por el códice de pergamino es un "acontecimiento capital en la historia del libro, probablemente mucho más importante que el descubrimiento de Gutemberg".

El papiro no sólo nace en Egipto, como planta y como soporte escrituario, sino que se identifica al instante con la civilización egipcia. Como el bambú en Asia, o el ágave, la pita y el amatle en Sudamérica, el papiro (Cyperus papyrus, en griego biblos), planta de marisma, de raíz tortuosa, gruesa como un puño, con tallo áfilo de corte triangular coronado por un penacho, que alcanzaba a veces los 6 metros de alto; era una planta de uso social que seguía el ciclo anual del Nilo. Con el papiro se hacían sandalias, paños, cestas, velas de barcos e incluso era comestible pues su raíz se chupaba como la chufa. El que se cultivara en el bajo delta del Nilo propició una importantísima industria monopolizada por Egipto hasta época romana. Eso no quiere decir que fuera accesible a todos, era un material caro y muy preciado y por ello no tenía parangón. Hasta fecha tan tardía como es mediados del siglo III d.C. no fue reemplazado, nunca sustituido, por el pergamino.

Su importancia alcanza la terminología de la Paleografía. Términos como Biblia, papel, carta, página, volumen y protocolo proceden de nombres griegos de sus partes o del aelaboración y manejo del mismo. (2). Me detendré en lo que os puede resultar más interesante, la elaboración del papiro apto para escribir a partir de la planta, aunque señalo de antemano que el resultado nunca perderá su carácter genuinamente vegetal. Cuando estaba maduro, se pelaban del papiro las cortezas de los tallos con un cuchillo muy afilado para obtener una especie de lonchas finas de casi 40 cm. de alto, que se colocaban yuxtapuestas y superpuestas sobre una tabla humedecida como un cañizo en varias capas hasta que se adherían con su propio jugo. Se batía con un mazo que favorecía que ese jugo o savia vegetal hiciera de pegamento natural y que el papiro "carteara", es decir, hiciera el ruido típico de mover una hoja. No hacían falta colorantes plara blanquear el papiro y finalmente se bruñía y alisaba con una pieza de marfil o una concha. Estas láminas ofrecían las propiedades contradictorias -resistencia y ligereza- de un buen soporte de escritura. Las fibras horizontales conformaban el rayado idóneo para escribir y las fibras verticales evitaban un deshilachado. El conjunto de láminas se encolaban sucesivamente hasta conformar un rollo que se envolvía y desenvolvía para escribir y leer. En los extremos se colocaban varillas de variados materiales y una fina etiqueta pendía de los papiros con el título de la obra. Es una imagen asaz conocida.

Se escribía con un tallo alto de junco de las marismas de unos 15-25 cms. de altura con la extremidad cortada en bisel. Se colocaba el papiro sobre una paleta de madera o marfil inclinada que tenía en su parte superior dos orificios, uno para la tinta y otro para el cálamo. Tanto si era de junco como de pluma, se alisaba el tallo despojándolo de todo resto para su cómodo uso, por lo que es toda una invención que se mantuvieran los vexilos. Esta imagen se perpetuará durante siglos y llegará hasta la Plena Edad Media a través de las miniaturas del scriptorium monástico.

Libro de los Muertos. Papiro de Hunefer. Imperio Nuevo (hacia 1310 a.C.)

Con el papiro, se multiplica la producción escrita y los centros que lo custodia como archivos y bibliotecas. La más celebre y desgraciada, la Biblioteca de Alejandría. También aparecen las librerías y la figura del librero. Una sóla obra es producida en varias unidades y se comercializa el libro. Como todos los productos, el papiro podía ser de variada calidad, el poeta Casiodoro ensalza la suavidad de la nilótica selua (planta del Nilo) y Plinio establece nueve modelos desde el más sedoso hasta el áspero que se usaba como envoltorio. Tenemos testimonios de Vitrubio, Marcial y otros sobre su conservación. Sin duda, el clima seco de Egipto era el más propicio aunque le podía perjudicar tanto la humedad como el calor excesivos conjuntados, favorecedores de la proliferación de elementos no deseados. El rollo de papiro se conservaba en recipientes de madera o arcilla y era imprescindible que recibiera una generosa capa de aceite de cedro para alejar a los insectos bibliófagos. Ese aceite, a veces en forma de goma o resina, le daba el color amarillento que observamos hoy día.

El Vergilius Vaticanus (siglo V d.C.) uno de los códices más antiguos que se conservan. Biblioteca Apostólica Vaticana.

Se han conservado numerosos papiros egipcios, así como códices romanos. Éstos eran a su vez copias de obras griegas. La cancillería vaticana pronto se sumaría a la producción documental. Pero la materia prima siempre procedía de Egipto. Que fuera provincia romana aseguraba su aprovisionamiento aunque siempre hubiera una dependencia de Occidente respecto al monopolio del delta del Nilo. Con el tiempo se reservó su uso a los documentos y obras más importantes y solemnes. Empieza a usarse el pergamino, de origen animal y con una técnica diferente como veremos en un próximo post.



(1) Saepe stilum vertas, iterum quae digna legi sint scripturus. Cambia a menudo la pluma, de la punta al rascador, si quieres escribir algo que merezca la pena ser releído.

(2) Reproduzco aquí la procedencia de los términos: fibras vascularese (biblos), planta (papyros), transformación en soporte apto para escribir (charta), su enrollamiento de partes encoladas (tomos, cilindros, volumen), sus hojas separadas (paginae, plagulae, scheda o cédula), su primera y última hoja (protocolon y escatocolon).

Escrito originariamente en marzo de 1996.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Lady Montagu

La falta de prejuicios, unida a un carácter excéntrico e independiente, hicieron que lady Mary Wortley Montagu descubriese en Oriente, y décadas antes que en Europa, la práctica de la vacuna contra la viruela. Allí vio cómo una anciana inoculaba el virus en personas sanas, defendiéndolas así de la epidemia. Ella misma había quedado desfigurada por esta enfermedad cuando era joven. Pocos la escucharon en Inglaterra y el mérito recayó así sobre Edward Jenner quien la "inventaría" 50 años más tarde.

Mary Montagu nació en Londres en 1689 en el seno de familia noble. Su madre murió cuando tenía cuatro años y su padre se desentendió de ella, refugiándose en la biblioteca de la casa que le daría una cultura similar a la de un varón cultivado de la época. De carácter enérgico y resuelto, decidió casarse con Lord Edward Wortley Montagu básicamente porque su padre se lo prohibía. Así que se fugó con él oero desde el principio habría insatisfacción e incompresión en la pareja. Pero la Montagu no se resignó a un mal matrimonio sino que supo desplegar toda su inteligencia seductora entre los que la rodeaban, y así cayeron a sus pies Alexander Pope y el Príncipe de Gales.

En 1716 lord Wortley Montagu fue nombrado embajador ante el Imperio Otomano de Constantinopla y lady Montagu no dudó en embarcarse en esa aventura (dejar la cómoda casa señorial y acompañar a un marido distante a tierras lejanas de infieles). El contraste de culturas le permitió desarrollar uno de los aspectos más atractivos de su inquieta personalidad, pues convertida en viajera, escribió una importante e interesantísima colección de cartas en las que tenían cabida todo tipo de temas desde un prisma emancipador realmente insólito para la época y su condición. Comentó la vida en los harenes mucho antes de que la imaginación de Ingres los recreara y dispuesta a aproximar el Islam a la cultura ccidfental, Mary opinaba que las mujeres árabes eran más libres que las europeas ya que el velo las protegía al visitar a un amante. Y en los baños era capaz de escucharlas sin escandalizarse de su desnudez y de descubrir su hermosura, mientras las jóvenes turcas se reían del corsé con el que los maridos occidentales encerraban a sus esposas.

En el amor no fue feliz, ni con el que había elegido como marido ni quiénes la cortejaban ni a quienes ella quiso. En lo social, brilló con luz propia. A su regeso a Londres, su salón era el más concurrido aunque hubo amigos como Pope que le traicionaron y poco después conoció a Francesco Algarotti, un apuestísimo veneciano 24 años menor que ella al que siguió a Italia donde se instaló con igual poder de convocatoria. No obstante, el díscolo Francesco parecía más interesado en su propio sexo que en el opuesto.

Mary tenía unos 50 años cuando volvió a su tierra tras pasar casi dos décadas en Italia. Su estancia, a nivel literaria también había sido más fructífera que en lo personal. Mientra su esposo le enviaba dinero, ella había continuado escribiendo cartas y en su salón ella seguía siendo el foco de atención.

Cuando regresó a Londres de instaló con su hija quien a su muerte, publicó la colección de cartas. El historiador Hugh Thomas prologó la edición que salió en España hace unos años.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Hic sapientia est (*)

El Beato de Liébana es uno de los códices más conocidos de la Edad Media. Por el nombre de Beatus o Beato se conoce al monje del Monasterio de San Martín de Turieno (hoy consagrado a Santo Toribio) que es autor de un Comentario al Apocalipsis de San Juan, conocido como el Beato de Liébana. Y por la denominación común de Beatos se conocen los 27 manuscritos que nos han llegado, 24 de los cuales presentan miniaturas que son ilustraciones de los parajes bíblicos comentados, como copias del Beato de Liébana que se realizaron en el scriptorium de diversos monasterios de la geografía española.

En uno de los parajes más bellos de la cornisa cantábrica, el valle de Liébana, pasó su vida monástica Beatus, quién estuvo durante el siglo VIII en primera línea de la actualidad religiosa de entonces como acérrimo combatiente de la herejía adopcionista (*2) del arzobispo de Toledo, Elipando, que apoyado por Félix de Urgell, argumentaba que Jesús, en cuanto hombre era Hijo de Dios no por naturaleza sino por adopción. Esa doctrina se sustentaba en una cuestión práctica meramente política para conciliar posturas con las creencias islámicas, ya que los musulmanes consideraban a Jesucristo el penúltimo profeta. Realidades socioculturales diametralmente opuestas separaban a ambos hombres: uno como obispo cristiano en ciudad gobernada por musulmanes y el otro en territorio cristiano donde emergía el incipiente reino astur.

Tal controversia queda recogida en numerosas cartas de Beato y especialmente en su Apologético, obra escrita junto a Eterio, obispo de Osma, donde no escatima elogios hacia el hereje (testículo del Anticristo).

Pórtico de la Gloria.- Catedral de Santiago de Compostela (Maestro Mateo, s. XII)

Una obra que se atribuye a Beato es O Dei Verbum que se trata del primer himno litúrgico dedicado al apóstol Santiago. No obstante, y pese a lo escrito por Miguel de Unamuno (*3) que en la actualidad se corrobora con la presencia de los huesos del hereje gallego Prisciliano en la tumba de Santiago, sus referencias situan a Santiago, por vez primera, como patrono de la Hispania cristiana ("Caput refulgens aureum Ispaniae" -"Áurea cabeza refulgente de España"). Unos años más tarde, en el 814, se materializaba el patronazgo con el descubrimiento de la tumba en Iria Flavia, lo que produjo uno de los mayores movimientos demográficos, junto a las Cruzadas, de la Edad Media y la primera europeización de nuestra cultura.

El Comentario del Apocalipsis comprende las anotaciones del propio Beato al texto bíblico que se incluyen en un códice de pergamino que debió escribirlo en torno al 776 (concluido diez años después) y que fue miniado, esto es ilustrado, por Magius. La parte correspondiente a Beato es bastante reducida y adolece del afán compilatorio de recoger las tradiciones patrísticas de la primitiva iglesia africana (Primario, Ticonio, Apringio de Beja y San Agustín, entre otros). No obstante, alcanzó una gran notoriedad en la cultura religiosa de la Alta Edad Media y su difusión se plasmaría en los diversos Beatos que copian la obra primigenia. En contra de lo que se cree, no era necesario que el monje amanuense supiera leer. Se requería de pericia caligráfica y pulcritud a la hora de copiar los textos en minúscula visigótica cursiva. Copiar estos códices era un trabajo del monje realizado a mayor gloria de Dios siguiendo la regla benedictina del Ora et Labora (*4). Estos códices eran de un tamaño considerable por lo que tampoco era costumbre su lectura individual. Probablemente fueran recitados en el refectorio o en momentos comunitarios de oración.

Monasterio de Santo Toribio (Cantabria)

Sin duda, son sus imágenes la parte más fascinante de estos códices. Al igual que las enseñanzas pétreas de las iglesias (el ejemplo más representativo sería el Claustro de Silos), las imágenes que acompañan a los textos religiosos tenían la misma, o incluso, superior fuerza para adoctrinar a los iletrados. Las miniaturas de los Beatos poseen tal magnitud expresiva y originalidad que ocupan un espacio propio en la Historia del Arte.

Aunque son conocidas como miniaturas mozárabes, no pertenecen a tal arte como indicó el profesor Yarza y tampoco tuvieron la consideración que merecían hasta principios del siglo XX. Por mozárabe se entiende la población cristiana que vivió en territorio musulmán manteniendo su confesión (de la que nos ha llegado el rito litúrugico mozárabe). El arte mozárabe es una corriente estilística prerrománica de fuertes influencias musulmanas que se extiende en la Alta Edad Media mientras que los Beatos son coétaneos a la misma pero específicamente cristianos, tanto en la concepción religiosa como en la ubicación geográfica. Y en 1924, la exposición que organizó el Museo del Prado marcó el inicio de la revalorización de estas ilustraciones.

Estas ilustraciones se denominan miniaturas no por su reducido tamaño (de hecho son láminas de considerables medidas) sino por el uso del minio como pigmento. La decoración de los Beatos consiste en la ornamentación de las letras capitales (recogiendo la larga tradición monacal irlandesa) y las escenas bíblicas, que no acompañan a los Comentarios, sino al Apocalipsis de San Juan.

Dos notas principales las caracterizan: el cromatismo y el acusado expresionismo. La vivacidad de amarillos, rojos, azules y gruesos trazos negros perfilan unas figuras de evocaciones fantásticas que se alejan del naturalismo clásico del arte occidental. La expresividad del dibujo aunque no logra un alto grado de corrección, contribuye a la carga dramática de los personajes que pueblan las miniaturas. La traza del artista perfila una alineación firme, con gruesas rayas negras que subrayan esa expresividad. El dibujo plano que repercutió durante siglos en la carga negativa de este arte (por carecer de espacio y perspectiva), permite mostrar unas figuras de gran magnetismo lo que configura la peculiar estética de este arte. Los animales fantásticos y símbolos bíblicos acompañan a los personajes pero también aparecen elementos domésticos, armas o construcciones de gran valor histórico. El propio Beato de Liébana, así como otros Beatos, incluyen mapas cartográficos.


Es un «mapa de T en O» porque, consiste en un jeroglífico construido con dos letras, la O y la T, las iniciales del término latino «Orbis Terrarum», que indican que es una representación del mundo. El Océano exterior delimita el mundo y aparece como una O. Las líneas interiores, que representan los cursos de agua, forman aproximadamente una T, que divide el mundo en los tres continentes entonces conocidos (Asia, Europa y África). En el sur se localiza la llamada «terra incógnita».

El principal ilustrador es Magius a quien corresponde el Beato de San Miguel de Escalada. Otro Beato importante es el de Gerona que fue realizado por el monje Emeterio y la monja Eude.

Adelantándose varias centurias al milenarismo que recorrió Europa en el año mil, los Beatos recogen los oscuros y controvertidos símbolos del Apocalipsis de San Juan. Entre ellos los números y todo lo relativo a la Parousía.



Hoy es día noveno del mes noveno del noveno año del nuevo milenio.

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(*) Ap. 13.18: Hic sapientia est: qui habet intellectum, computet numerum bestiae; numerus enim hominis est: et numerus eius est sescenti sexaginta sex. Aquí está la sabiduría. Quien tiene inteligencia, calcule el número de la bestia, pues es número de hombre. Y el número de la bestia es seiscientos sesenta y seis.

(*2) El adopcionismo es una explicación sobre la divinidad de Jesucristo hecha por Prisciliano, de donde procede el nombre de priscilianismo, en el sentido de que Jesucristo es hijo adoptado por Dios, pero que no es Dios. La Iglesia Católica no acepta esta explicación y acude al dogma de la Trinidad donde se explica que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres realidades personales distintas, pero constituyen un sólo dios uno y trino. La polémica, mantenida por el arzobispo de Toledo Elipando, que se mantenía en terreno musulmán de concepción acérrimamente monoteísta, apoyaba la tesis de Prisciliano, para evitar la idea politeísta que se pudiera derivar de la concepción trinitaria, rechazando la ideología de los invasores. Beato de Liébana se opuso a la idea del adopcionismo en contra del arzobispo de Toledo y sus seguidores, haciendo llegar la disputa hasta la corte del emperador Carlomagno en Aquisgrán, donde fue apoyado por Alcuino de York. La cuestión se dilucidó en un concilio convocado por el emperador donde fue rechazada la tesis del adopcionismo y condenado Prisciliano.Algunos opinan que quien está enterrado en Compostela no es Santiago, sino Prisciliano, venerado por sus seguidores.

(*3) Miguel de Unamuno escribía en sus "Andanzas y visiones españolas" (1922) que "todo hombre moderno, dotado de espíritu crítico, no puede admitir, por católico que sea, que el cuerpo de Santiago el Mayor repose en Compostela".


(*4) San Benito de Nursia (siglo VI) es el fundador de la orden benedictina, que constituye el núcleo monacal del occidente europeo, pues tal movimiento religioso nace en realidad en Próximo Oriente. La regla benedictina, llamada La Santa Regla, fue la primera en estipular la vida comunal de los monjes y se basaba en la autosuficiencia de éstos mediante la comunión del trabajo manual y la oración (de ahí el lema Ora et Labora). Posteriormente sería reformada mediante los movimientos del Cister y Cluny.

jueves, 21 de mayo de 2009

La muerte de Virginia

Original acero grabado según G. Guillon Lethière, grabado por Manceau. 1838

Los primeros años de la República Romana, acaecida en el año 509 a.C. tras la abolición de la monarquía etrusca de los Tarquinos, asisten a la cada vez más pujante confrontación entre patricios y plebeyos. Los primeros como detentores de la oligarquía acaparan todos los privilegios por lo que los segundos se amotinan. No estamos más que ante una lucha de clases que persistirá en la Historia.

Los plebeyos conseguirán tener sus propios representantes frente al Senado, los Tribunos de la Plebe, en número par, con derecho a veto de las decisiones senatoriales o de los Magistrados (primero de los Cónsules y luego del resto).

Momentáneamente, Roma tuvo que atender sus guerras con los pueblos vecinos, algunos de ellos considerados veteres hostes romanorum (enemigos eternos) como los volscos, auruncos y otros como los sabinos o ecuos de los que llegaban alarmantes noticias de ataque. En la derrota a los volscos destacará el cónsul Aulo Verginio, quien será enviado por el Senado para tratar con la plebe.

Cicerón hablando al Senado, C. Maccari

Los plebeyos, acuciados por la hambruna prolongada de tantos decenios, habían conseguido organizarse bajo el liderazgo de Sicinio y en lo que se conoce como la Rebelión de la Plebe en el año 493 a.C., se instalaron en el Monte Sacro a orillas del río Anio (*). Algunos se quedaron en la ciudad pero fueron mayoría los que se marcharon al campamento fortificado al efecto, en lo que constituía una clara secesión. Los patricios sintieron entonces la necesidad económica que tenían de la plebe y el Senado reacciona enviando una serie de cónsules para que medie en el conflicto. El elocuente Menenio Agripa pronunciará un famoso discurso que ha sido objeto de numerosos análisis, desde la Antigüedad, por el alto significado político que tiene su Apólogo, con el que logra su objetivo conciliador.

La plebe se reintegra en Roma tras conseguir tener sus propios representantes, elegidos entre ellos mismos y que ningún patricio pueda desempeñar la nueva magistratura, pues la defensa de los intereses del grupo social radica en la denominada ley sacra:

"Que nadie obligue a un tribuno de la plebe a hacer algo contra su voluntas, como si se tratara de una persona cualquiera, ni lo golpee, ni ordene a otro que lo haga, ni lo mate ni ordene matarlo. Si alguno viola alguna de estas prohibiciones, sea expulsado como impío y sus bienes consagrados a Ceres; y el que mate a alguno de los que realicen estos actos, quede libre de culpa".

Los primeros Tribunos de la Plebe fueron Cayo Licinio y Lucio Albino (que reclutaron como ayudante (**) a Sicinio, el líder de la sedición) y tenían como atribuciones: prestar ayuda a cualquier ciudadano y rescatarlo de manos de un magistrado que intentara arrestarlo o castigarlo, vetar cualquier disposición de los magistrados, convocar y consultar al Senado, pedir que éste promulgara leyes (senatum consultum), reunir la asamblea del pueblo y proponer plebiscitos.

Una de las reivindicaciones de los plebeyos era la de mayor transparencia legal. Desde una perspectiva histórica, no podemos perder de vista el momento aún de formación en que se encuentra Roma, por eso es interesante constatar la resolución senatorial que se adoptó, la de enviar tres magistrados a la Magna Grecia (sur de Italia) a estudiar las leyes de Solón. La influencia griega es decisiva en el grupo de diez legisladores, los Decemviri, que dirigidos por el cónsul Apio Claudio, redactaron la Ley de las Doce Tablas. Es el código jurídico romano más antiguo, redactado en torno al año 450 a.C. Con este texto se puede afirmar que nace el Estado romano, en un concepto aproximado al que entendemos hoy día y que en él se encuentra el embrión de la civitas o ciudadanía romana, la base del Derecho Romano. No se conserva el texto original, si bien es conocido gracias a numerosas referencias.

No desaparecerán, desde luego, las tensiones sociales, pero la estabilidad que gana la república romana logra contentar a ambos. Los plebeyos conseguirían posteriormente la concesión de celebrar plebiscitos (plebe scita, resolución del pueblo) y levantar el templo de Ceres, como forma de identidad colectiva; y los decemviros aumentarían su estatus al integrarse en la carrera de magistratura.

El prestigio de Apio Claudio era ampliamente reconocido pues gozaba del favor de los patricios, en su condición de tal y de la amistad de los plebeyos tras proponer su inclusión como nuevos decemviros. Pero no convocó a la Asamblea plebeya para aprobar las nuevas tablas (dos que se sumaban a las diez primitivas) y su comportamiento pronto mostraría su lado más tiránico. Se hizo con el poder de Roma y en unos años se sucedieron las confiscaciones, los asesinatos y la violencia en general.

Es bien sabido que quien otorga la ley abusa de ella. Es la vil estratagema que empleó Apio Claudio cuando se enamoró de la hermosa joven, Virginia. Aprovechándose de que el padre, Lucio Verginius estaba ausente (como centurión, se encontraba en campaña), quiso hacerse con ella por medio de un amigo que la reclamaría como esclava. Enterados los familiares y el prometido de la joven, Icilio, tribuno de la plebe, se formó un tumulto oponiéndose a tal afrenta y reclamando que el padre pudiera defender sus derechos. La joven plebeya por sí misma en su condición de mujer, nada podía hacer. Apio Claudio la retuvo en su casa donde la violó.

Avisado a toda prisa, logró llegar al día siguiente Lucio Verginio ante el tribunal que deliberaría el caso. Apio Claudio proclamó que había que aplicar la ley, en virtud de la cual, siendo Virginia esclava de Marco Claudio, era propiedad de éste, el cuál podía vendérsela o disponer de ella como quisiera. Preguntado Marco Claudio al respecto corroboró palabra por palabra el perjuro de su amigo y el tribunal acabó dándole la razón a Apio Claudio. Creíase este victorioso y dispuesto a tomar a la joven, no contó con la desesperación de un padre ante la afrenta a su hija.

Le hundió un puñal en el pecho, quedando muerta Virginia allí mismo, entre todos los presentes. Era el año 449 a.C. Doscientos años antes, Lucrecia, con su violación y muerte simbolizaba el fin de la monarquía. Parece que siempre haya una mujer cuyo sacrificio sirva de expiación a pecados de la Historia.

La muerte de Virginia, dibujo de Poussin, 1636

Apio Claudio esquivó el segundo golpe y huyó haca el monte Aventino. Fue tal la la indignación y la consternación de la plebe, que se sublevaron contra los decemviros mientras volvían a sitiarse en el Monte Sacro. A Roma llegan refuerzos de los decemviros que no logran imponerse. El Senado interviene. Acuerda con los plebeyos una amnistía general, la restitución de dos Tribunos de la Plebe a los que se suman dos Pretores y destituye a los decemviros. Apio Claudio (***) fue arrestado y muere en prisión, donde se cree que se suicida. Se fortalece una vez más la República, que ad portas del siglo III a.C logra una sólida organización institucional.

De estos hechos, sin duda, envueltos en leyenda, tenemos conocimiento primordialmente a través de Tito Livio. Cicerón lo cita tal cual en su obra De los fines de los bienes y los males. Y el Marqués de Santillana recuerda en un soneto la belleza de Virginia.


Cada 21 de mayo suelo acordarme de esta joven romana y su fatal desenlace propio de una mártir aunque no sea la virgen homónima que recoge el martiriólogo católico hoy. Desde aquí un saludo a todas mis tocayas. Cómo regalo, la inquietante Patricia Highsmith nos dedicó su primera novela.

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(*) El 15 de agosto de 1805, Simón Bolívar pronunciará su Juramento de Roma en el mismo escenario.

(**) En los asistentes del Tribuno de la Plebe, se encuentra el origen de los Ediles (etimológicamente procede de Aedes, del Templo de Ceres) que empezaron con esa función, aunque no reconocidos por el Senado y que evolucionaron hacia un tipo de magistratura menor
de patricios con funciones similares lo que daba pie a confusiones entre ambos.

(***) Apio Claudio Craso Inregilense Sabino (en latín Appius Claudius Crassinus Inregillensis Sabinus). En la wikipedia aparece este personaje, pero de forma errónea atribuyen su destitución a Verginius. He editado el artículo añadiendo datos historiográficos.

lunes, 4 de mayo de 2009

Cara estrategia

Esta historia, transmitida por Heródoto en su Historia, ocurrió en el Imperio Persa, concretamente en el siglo VI a.C. Su protagonista es Zópiro, un noble que fue hijo de uno de los conspiradores que organizaron la subida al trono de Darío I. Su estrategia fue decisiva para que aquél tomara Babilonia en el año 522 a.C.



El monarca aqueménida puso empeño en reorganizar el imperio, económica y administrativamente, con decisivas reforma políticas, legales, financieras, militares, y un ambicioso programa de construcciones que culmina en la fundación de la ciudad de Persépolis. Pero los primeros años de su reinado, tras los confusos acontecimientos que provocan el cambio dinástico, fueron aprovechados por gobernadores que se sublevan en varias regiones como Babilonia que lo hizo en dos ocasiones. La victoria se pondrá del lado persa que verá su continuidad de la mano del sucesor, Jerjes I (el que derrótó a Leónidas en las Termópilas).

¿Y nuestro protagonista?


Darío I tenía enormes dificultades para someter Babilonia. El asedio ya duraba meses y las fuerzas menguaban. Un día, Zópiro que era amigo suyo desde la niñez, se presentó ante él con la oreja y la nariz chorreando sangre y el cuerpo lleno de heridas sangrantes. El monarca se alarmó ante su estado creyendo que había sido atacado y al oír la respesta de su confidente, más alarmado aún quedó.

- Yo mismo me he cortado la nariz y esta oreja. He mandado que me azoten y que me laceren el cuerpo. El enemigo ocupa Babilonia y hemos agotado la reserva de nuestros hombres. ¡Hay qué actuar!

El soberano no articulaba palabra pero intuía que su mejor estratega iba a hacer honor a la fama de temerario que tenía.

- Me presentaré ante el jefe del ejército haciéndole saber que estoy deseoso de vengarme de ti por haberme quitado mis tierras y mandado al exilio. Me ganaré su confianza y cuando me dé un ejército lograré tender una emboscada para que los nuestros los derroten.

Partió Zópiro a la ciudad, situada a orillas del Eúfrates y, efectivamente, logró introducirse entre los insurrectos, cegados en su afán de independizar el reino de la férula del monarca. Pasados unos meses, Zópiro ya se encontraba al frente de un ejército como comandante en jefe. Como habían acordado, en las escaramuzas que tenía contra el ejército persa, resultaba victorioso. Los rebeldes babilónicos, convencidos de que la suerte se había puesto de su lado gracias al proverbial castigo recibido por el desertor y su acierto a la hora de acogerlo, desconocían el acuerdo entre Zópiro y Darío I y que los ejércitos huían simulando ser derrotados.

Por eso, pasados unos meses de levantarse el sitio, no dudaron en reconocerle el mérito concediéndoles las llaves de la ciudad. Era el momento oportuno. Esa misma noche abrió las puertas de la ciudad (famosa era la muralla de Babilonia) y el mismo Darío entró triunfante en Babilonia.


La ciudad permanecería formando parte del Imperio Persa hasta que en Gaugamela, Alejandro Magno derrotó a Darío III y en la misma ciudad encontraría tan joven, la muerte.

Ocurrió en el antiguo palacio de Nabucodonosor. En el año 575 a.C., Nabucodonosor II, había amurallado la ciudad de Babilonia. El conjunto ofrecía 8 monumentales puertas, una de ellas descubierta durante las excavaciones alemanas en Oriente Próximo de principios delsiglo XX. Es la famosa Puerta de Istar, así conocida por la divinidad femenina, que se conserva en el Museo de Pérgamo de Berlín.

Con sus 14 metros de altura, su decoración de ladrillos vidriados de llamativo azul con cenefas de ladrillos rojizos y la decoración en teselas de fieras y seres mitológicos, es una de las construcciones persas más conocidas. Sadam Hussein hizo una exacta copia, ya que le denegaron la devolución (como los frisos del Partenón), donde actualmente reside el destacamento norteamericano. De la ciudad de Babilonia, la bíblica Babel, que fue arrasada, quedan escasas ruinas. Sus zigurats y famosos jardines colgantes son fruto de descripciones narrativas y grabados.


Este mes de mayo se celebra en el Museo Británico una exposición sobre Abbas el Grande, sha de Persia en el siglo XVI.


Existen indicios que desmontan la veracidad de esta historia, no tanto por la inverosimilitud que pueda ofrecer esa mutilación voluntaria en aras del honor de su pueblo y rey (costumbre existente que se describe en la inscripción de Behistún), o porque su historia se parezca demasiado a la mutilación que Homero describe de Odiseo, sino por la ausencia de fuentes cuneiformes que citen al propio Zópiro como sátrapa (según la narración, recibiría como premio el gobierno de la ciudad equivalente a esa figura). Parece ser que Zópiro casó con una hermana de Darío I, tuvo a Megabizo, que fue comandante de las campañas de Jerjes y éste a su vez, tuvo a Zópiro, a quien Heródoto cita como su fuente.

lunes, 13 de abril de 2009

Pascua Florida

Acaba de celebrarse la Pascua (este año la cristiana ha coincidido en unos días con la judía o Pesaj) que culmina con la celebración católica más importante, si bien en nuestras latitudes el sobrecogimiento barroco ante el dolor predomina más que la alegría resucitadora.

Ese mismo alborozo es el que se sentía antaño cuando en días como un domingo o un lunes de Pascua se hacían descubrimientos geográficos como una isla en Oceanía o una península en el continente americano.

El nombre de Florida (o La Florida, como se llamaron en el siglo XVIII las quintas de recreo) que lleva el estado norteamericano, no se debe a la exuberante flora que muestre en sus pantanos de exóticas flores, sino a la fecha del calendario que lleva su avistamiento por Juan Ponce de León. Era un 2 de abril de 1513, pero no un lunes cualquiera, sino el de Pascua que en áquella época se conocía como Pascua florida, por coincidir con el incio de la primavera. Pero tampoco se trataba de un viaje cualquiera sino que se le atribuye ser uno de los primeros europeos en pisar el subcontinente norte americano junto a Giovanni Caboto que flanqueó el lado oriental de ese trozo de tierra del que Alonso Álvarez de Pineda mostró su continentalidad en 1519.



Y el nombre de Pascua que lleva esa isla de la Polinesia, igualmente se debe a la fecha del calendario que siguió el holandés Jacob Roggeveen. Era el 5 de abril de 1722, domingo y doblemente festivo, por eso la bautizó como Paasers en neerlandés y con el nombre de isla de Pascua, se conoce en todo el mundo. Así mismo, se conoce como Rapa Nui (isla grande), que no es el nombre indígena de la isla, como suele creerse, sino el dado por habitantes tahitianos. En lengua rapanui, recibe dos denominaciones indistintas: Te Pito ("El ombligo del mundo") y Mata Ki Te Rangi ("Ojos que miran al cielo"). El montañés Felipe G. Ahedo, fue el segundo europeo en pisar la isla que rebautizó con el desasusado San Carlos. Tras un controvertido proceso de compras de tierras por parte de Chile, actualmente la isla se halla en proceso de adquirir una mayor autonomía. Una isla misteriosa no sólo por su exótica ubicación, con un ecosistema muy genuino (tristemente devastado), sino por las archifamosas estaturas monolíticas de rostros mitológicos o moáis.


Post relacionado: Rodrigo Bastidas, un sevillano en Santa Marta.

domingo, 8 de marzo de 2009

La doctora Elizabeth Blackwell

No es fácil ser una pionera, ¡pero es fascinante! No negociaría un momento, incluso el peor momento, por todas las riquezas en el mundo”. Doctora E. Blackwell.

Entusiastas palabras de una mujer que vio cumplido no sólo su sueño sino el de todas las mujeres que igualmente lo compatieran. Su vida está marcada por el generoso empeño que tuvo en que la senda que abriera no se cerrara a su paso sino mantener expedita la vocación medicinal de toda mujer.

Sin duda, ella misma por ser la primera no lo tuvo nada fácil y en su admisión en la Medicina se cruzan su tesón y la ironía de una oportunidad dada bajo el reto de cuánto aguantaría.

Elizabeth Blackwell nació en Bristol (Inglaterra) en 1821. Era la tercera de nueve hijos del matrimonio formado por Samuel Blackwell y Hannah Lane quienes dieron la misma educación a todos sus hijos, con el desahogo que les permitía una fábrica de refinería de azúcar. En 1831 se traladan a a Estados Unidos donde instalan una nueva fábrica en Cincinnati. La prematura muerte del padre le obliga a buscar trabajo como institutriz pero elige la residencia de un médico donde se nutre de su biblioteca para inicarse en los estudios de medicina que es su prioridad máxima. También lo son sus ideales de emancipación de la mujer y al mismo tiempo, su sensibilidad social le lleva a comprometerse firmemente con el abolicionismo de la esclavitud, compartiendo tales ideas con varios miembros de su familia (con dos hermanos casados con conocidas sufragistas).

Diez universidades rechazaron sistemáticamente sus solicitudes de ingresar en la carrera de medicina. En Ginebra (Nueva York), tomaron su solicitud por una broma y luego convocaron una asamblea de estudiantes para que estos lo decidieran. La aceptaron con la incredulidad de que no aguantaría el nivel de estudios ni la presión de ser la única mujer en la institución. En sus memorias recuerda con amabilidad a compañeros y profesores pero hay testimonios de las chanzas y dificultades añadidas que tuvo que sobrellevar.

El 11 de enero de 1849 se convirtía en la primera mujer en recibir el título de doctora en Estados Unidos.

Comenzaba entonces su vida profesional que no tuvo menos obstáculos que la anterior. La hostilidad hacia ella empezaba cuando ninguna casa de huéspedes quería alojar o las señoras consideradas más respetables la criticaban tomándola por una chalatana. Sólo un grupo de mujeres cuáqueras la contrató para que llevara un pequeño dispensario. Decidió macharse a París pero no le reconocieron el título. Le recomendaron que se matriculara en Maternidad y así hizo, ejerciendo de enfermera infantil. En una de las curas, una secreción purulenta le salpicó el ojo izquierdo dejándolo ciego. Aquello truncaría su carrera de cirujana. Poco después, marcha a Inglaterra donde conoce a Florence Nightingale y al regresar a Estaos Unidos, funda junto a su hermana Emily, una Escuela de Enfermería para mujeres. El estallido de la Guerra de Secesión no sólo las dará a conocer a ellas y a sus primeras discípulas sino que logran difundir entre la población femenina una serie de consejos y recomendaciones mejorar su higiene y salud.

A partir de entonces desarrollará una intensa actividad literaria de difusión de la sanidad con manuales para la educación higiénica y sanitaria de niñas y mujeres. Uno de los libros, llamado "Trabajos para la apertura de la profesión médica a la mujer" (1895) constituye su autobiografía donde cuenta que una frase de una amiga de la infancia ("era una lástima que las mujeres no fueran médicos para que pudieran entender el dolor del cuerpo femenino") despertó en ella su pasión por la medicina y su honda preocupación por ayudar a sus compeañeras de género.

Terminada la guerra, en 1868 funda una Universidad de Medicina para mujeres y al año siguiente marcha a Inglaterra donde ejerce la cátedra de ginecología hasta su jubilación en 1907. Fallece en 1910 a los 89 años después de una colmadísima vida donde consiguió su sueño y nos brinda la oportunidad al resto de soñadores.
Actualización: la biografía en wikipedia sólo se encontraba en su edición inglesa por lo que la he reactado en castellano. El estilo del post es narrativo siendo mi artículo wikipedista de estilo biográfico.

lunes, 5 de enero de 2009

El vendedor amigo de Capone

Dentro de la historia de los timos (a la que Enrique Rubio es tan aficionado) proliferan todo tipo de personajes variopintos capaces de elucubrar los fraudes más ingeniosos y viles.

Este personaje comparte lugar con los que conforman la galería de los timadores más imaginativos y audaces, así como la facilidad para moverse por múltiples ámbitos de diversos países presentándonse con todos los atributos posibles con que adornaba su fantasioso pasado que, no podía ser de otro modo, enlazaba con antiguas familias europeas.

Victor Lustig se paseó por la Europa y la América del siglo XX como un conde checo de impecables modales. Con su carisma de sonrisa sugerente pudo desplegar sus dotes embaucadoras.

Puede decirse que su "carrera" fue in crescendo, porque la historia más absurda cobraba vida cuando este farsante la contaba. Logró hacer una pequeña fortuna vendiendo unas maquinitas (una mole de hierro similar a las antiguas cajas registradoras) que hacían dinero. Él mismo hacía las demostraciones de cómo imprimir billetes y de forma totamente legal porque, según él, era la forma que permitía el gobierno (los gobiernos, se refería a cualquier país europeo) de resarcirse ante una quiebra financiera, sobre todo bursátil. Ejem, ¿no os suena algo esto?

De joven se había especializado como carterista pero luego era él quien los contrataba y se presentaba ante los dueños, banqueros y ricos comerciantes, para devolvérselas, sabedor de que su buena planta no sólo no despertaba sospechas sino que le servía para ganarse sus amistades. Como repetía sus hazañas una y otra vez manejando cinco idiomas, llegó a tener hasta 45 alias.

Estando en Missouri vuelve a contar su desafortunada historia de noble arruinado pero deseoso de emprender una nueva vida. Qué mejor que en una granja que un banco tras embargarla no sabía cómo venderla. Lustig les pagó con unas acciones (que eran auténticas) y les pidió un préstamo para ponerla en marcha. En la transacción se queda con los sobres de las acciones y el préstamo. El banco cuando se da cuenta contrata un detective que lo localiza. En realidad le esperaba tranquilamente en su hotel. Una vez más logró zafarse conviniendo que sería un escándalo para lo inversores y el nombre de la firma. Le dejaron ir tras pagarle una bonita suma por los perjuicios a su persona.

Pero qué hizo para destacar entre tantas historias fraudulentas. En el título de la historia he unido sus dos farsas más conocidas.

En 1925, cuando leyó en la prensa lo costoso que resultaba a la ciudad el mantenimiento de la Torre Eiffiel, tuvo la ocurrencia de venderla a particulares, no como quien hoy vende parcelas en la Luna, sino como una decisión del gobierno. Nuevamente la "legalidad" debía acompañar a la actividad. Y lo consiguió. Se hizo pasar por un director del Ministerio falsificando la identificación, naturalmente, y mandó una invitación a seis industriales convocándolos a una reunión. Un mensaje muy ambiguo donde se mencionaba la intención del gobierno de hacer un negocio con alguno de ellos sirvió para que picaran. En una primera reunión, Lustig sólo quería estudiar el perfil psicológico de sus víctimas para descubrir al más ambicioso e ingenuo. Luego los convocó nuevamente, en el mismo monumento. Apelando a su patriotismo por el que serían reconocidos al mismo tiempo que les convencía para un lucrativo negocio turístico, logró montar un subasta donde no le interesaba la cantidad más alta pues ya se había decidido y el incauto mejor postor fue André Poison. Él, desapareció con el maletín.

Luego se granjeó la amistad del mismísimo Al Capone (con el que compartía, por cierto, ser un scarface). Le propuso un negocio, totalmente inventado, para el que necesitaba 40.000 dólares. Guardó ese dinero durante unos meses sin tocarlo ni moverlo en bolsa como había dicho y volvió disculpándose por haber sido un negocio fallido. El gángster, sorprendido ante esa muestra de "honestidad" le daría 5.000 dólares como agadecimiento a su lealtad. Con esa nueva estafa, mantuvo el favor y la amistad del mafioso.

En el historial de Lustig se acumulan las búsquedas y capturas. En una de sus muchas estancias de presidio logró escaparse de un modo tan peliculero como descolgarse de una ventana con sábanas anudadas. Finalmente acabó en Alcatraz pero se las ingenió para mantener en prisión el mismo estilo de vida que había tenido siempre.

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