
Voy a ir presentando una serie de ideas, opiniones e interrogantes que me surgen con este tema, a riesgo de que el post quede deshilachado.
* Algo que siempre me ha parecido curioso es el tema de la propiedad intelectual. Aunque conozca el origen del copyright en el Estatuto de la reina Ana (1710), siempre me ha parecido una tomadura de pelo y algo que se ha mantenido durante tanto tiempo, más por los ingresos que genera que por ser algo "que siempre ha existido". Yo me pregunto:
¿Sólo la propiedad intelectual es la que genera derechos de autor?.
Yo respondería que no y recurro al siguiente ejemplo:
¿Acaso se paga por utilizar una obra de ingeniería, sea un aeropuerto, un puente o similar? El arquitecto o el ingeniero que los realiza ha cobrado por su trabajo, pero sólo en una ocasión, no va a recibir nada porque millones de personas utilicen su obra (o inclusen admiren, por darle el carácter estétido que tienen las obras intelectuales).
Sí, pero nadie va a copiar esa obra, pueden replicarme. Es algo relativo. Sin duda es más fácil "copiar" un texto, plagiarlo y hoy día en Internet "coger por la cara" cualquier cosa que se te antoje. Pero estoy segura que si Norman Foster detectara una similitud entre su HSBC Tower (un rascacielos bastante sobrio que no destaca a primera vista por un elemento identificador) y otro edificio, denunciaría al estudio de arquitectura que fuera.
Así que por muy extraña que parezca mi postura, sobre todo porque soy bloguera y por tanto produzco textos (en teoría, soy consciente de que me ha quedado muy ampuloso eso), no entiendo que se le pague a un autor el resto de su vida por utilizar su obra. Y mucho menos que ese derecho se herede. ¡Es el colmo!. Si ya el derecho de autor propicia la holgazanería (qué suerte tengo de vivir a costa de aquello que hice hace años), la transmisión de ese legado encumbra el sino que hay en tantas vidas (qué suerte que mi tatarabuelo escribió aquello que todavía se lee aunque no sea mi caso).

* También me llama la atención, y desde pequeña (ya saben que me es inevitable mirar atrás) la gratuidad de algunos objetos como la tele. Con el tiempo supe que no era mi padre el que pagaba una cuota (con la factura de teléfono ya tenía bastante entonces) sino el Estado y la publicidad los que costeaban las cadenas de televisión. Y desde mi ingenuidad pensaba, si cuando compramos un aparato de televisión no aportamos nada y los fabricantes no son los de la cadena, ésto sale gratis. De hecho, en los primeros años de la Televisión en España, sí se pagaba una cuota que más tarde se suprimió. Creo que en Gran Bretaña sí se paga pero desconozco el tema. Aunque algo sí pagamos: cuando compramos un televisor en el precio va incluido una cuota.
Pues eso, estamos acostumbrados, para bien o para mal, a encender la tele o darle al mando creyendo que lo que vemos se nos da gratis como el maná del cielo. No reparamos ni en la factura de la luz.
No obstante, eso mismo es lo que ocurre con Internet. Cuando decimos que vemos pelis gratis es falso. A mí me sale a 43.65 euros al mes (sí, ya sé que pago más que nadie) las descargas de películas, series, música, libros y programas que hago. Pero cuando navegamos por la red tenemos la misma sensación que con la tele, que es algo que se nos viene dado y que lo usamos sin complejo y a nuestro antojo. No quiero parecer más rara de lo que soy, pero yo he tenido mis cuitas morales cuando he visto un estreno desde Cinetube y no he ido a cine. Mi hermana, que a legalista no le gana nadie (y no sólo por su profesión) me echó una bulla cuando le pasé el Cardio de Miguel Bosé en un Cd virgen. Para ella eso es robar. Para mí no lo es, pero sí me paro a pensar si afecta eso a la industria y al empleo (pregunta que siempre me ronda cuando salgo del Corte Inglés del Duque y paso por la sesión de discos, desde hace años, vacía).
En el Fotogramas de este mes, la firma invitada corresponde a un abogado que está al frente de la Federación para la Protección Intelectual. Con esa presentación, no hay duda de lo que va a decir pero es que mientras leía el artículo, apocalíptico a todas luces, me entraba tal congoja que acababa pensando que cada vez que le doy al play de VLC para ver Cómo conocí a vuestra madre estaba firmando la carta de despido de un pobre desgraciado. Desgraciado, no porque tuviera una birria de contrato o de sueldo sino porque los malos internautas eran quienes lo mandaban al paro.

* Un viernes vi a unos chavales de botellona en la Plaza Padre Jerónimo de Córdoba. Eran pocos pero allí estaban los canis con litronas, los móviles reggaetoneando y haciendo el bulto en los columpios. Miré con desaprobación aquello porque es la primera vez que les daba por irse allí. Hace unos años el Ayuntamiento se gastó un dineral en arreglar el mobiliario irbano y los azulejos de la plaza Cristo de Burgos. Lo hacía después de una década de botellona. Y la emblemática Plaza de España, va por su tercera recuperación urbanística (menos mal que no voy a tener niños, ¿a dónde los llevaría un domingo?). Como en tantas cosas, se espera a que se la situación se desmadre, se haga insostenible y/o cause algún desperfecto para poner remedio.
Yo conozco desde hace muy poco las páginas de descargas. En la actualidad no concibo Internet sin ellas por lo que hubiera preferido que las suprimieran hace ya tiempo. Pero, por qué hay qué suprimirlas.
Éste es el quid de la cuestión.

tecnológico que ni siquiera es suyo. Puestos a pagar, prefiero costear un monumento a Tim Berners-Lee.
Y a ello se suma, el apoyo de los gobiernos a esas pretensiones demonizando a los ciudadanos internautas. Es consecuencia del Capitalismo que el poder gubernamental se alíe con los agentes económicos del sector de la cultura pero debe ser una consecuencia de la Democracia que los millones de ciudadanos anónimos decidamos de común acuerdo que es lo que queremos y que nuestros representantes legítimos actúen en consecuencia. Es una utopía, lo sé, pero más surrealista me parece que un juez se encargue de enchironar al que hace descargas en Intenet. Y sí prescindimos de la figura judicial y pasamos al acoso y derribo directo de la Administración, eso ya es de república bananera. Y de eso trata la ley Sinde.

¿Descargarse la 6ª temporada de Mujeres desesperadas es lo mismo que robar ese pack de la Fnac?
Si hago lo segundo, cometo un delito y perjudico económicamente al propietario (por no hablar de los daños colaterales que pesen sobre los empleados). ¿Qué pasa con lo otro?
¿Es un delito? ¿Se perjudica económicamente a la productora?
A lo segundo, respondería que sí. A lo primero no me resulta tan fácil contestar. Si eso no es mío, no debo cogerlo, aunque me llegue a través de otros (de lo contrario, la Panto sería inocente de que un alma caritativa le ingresara dinero en su cuenta).
Así de simple.

¿Y qué me dicen de la posiblidiad de ver películas y series en VO? Es la mejor forma de practicar el actual English y no ver cosas tipo curso beginners como John Smith gets up at 7 a.m. He works in an office and he has lunch at 12 a.m.

* El otro día le pregunté a mi hermana qué era eso del humo negro de Perdidos. Me dijo que Cuatro había vuelto a cambiar la emisión de la serie y acabó diciéndome que había decidido no ver más series de televisión. Que se enganchaba y cuando menos se lo esperaba la inmisericorde cadena de turno la cambiaba de día, de hora o directamente la suprimía. Comprendo que el perfil internauta de mi hermana no sea el habitual pero no es la única a la que le pueda pasar eso. Sobre todo viendo el panorama tan cutre de la tele. En realidad, no lo reprocho. He sido teleadicta antes que internauta. Y me da igual lo que echen porque he cambiado depantalla pero puedo seguir disfrutando de las pelis y series que me gustan. Si os habéis fijado, apenas nombro la música. Es algo típico de mí, lo poco melómana que soy o tal vez que apenas hago descargas de canciones. Pero sí las escucho en Internet vía Goear para el blog o por el Youtube. Y no lo hago por Spotify porque es de pago. Bueno, hay una versión por invitación pero no me ha llegado.
Por cierto, qué pasa con Youtube. Debería cerrarse o dejarse sólo como la cyberversión de Videos de primera. Pero lo mismo pasa con los medios de comunicación o prácticamente con cualquier web. Yo compro el Fotogramas (y no en versión pocket) porque me gusta mucho la revista, ojearla, leerla y algunos números hasta los colecciono. En cambio hay semanas que no compro el ¡Hola! pero no dejo de pasarme por su web.

Se trata de que la cultura llegue a cuantas personas sea posible y no se quede en un reducido círculo. En definitiva, ¿qué autor quiere tener un público de 3 gatos?. Joe Strummer consiguió sacar un álbum al precio de un sencillo porque muchos de los seguidores no se lo podían permitir. Pero la cuestión es que les llegara a ellos su música.
Pues a través de Internet me llega el cine, la televisión, la música y los libros que me gustan.
No me gusta un Internet mercantilista que nada tenga que ver con el que he conocido. Y si se trata de que unos ganen dinero que no sea a costa nuestra.
Quizá una posible vía fuera la de Spotify pero yo preferiría que se basara en la publicidad. Por ejemplo, yo tengo un blog en Blogger porque no me supone ningún desembolso directo. Si no existiera me vería obligada a comprar un dominio y no estoy segura de que lo hiciera (lo habría creado ya). Quizá podrían unificarse las webs de descargas o que las gestionara directamente las productoras y distribuidoras. Ellas recibirían dinero de la publicidad (aunque sea con ruiditos como el Test de la muerte-cara Jackson) y nosotros no tendríamos que hacer un desembolso extra. Porque cuando nos gustan tanto un producto, queremos lo mejor. Por eso, yo sigo comprado películas y libros.