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jueves, 17 de septiembre de 2009

Lady Montagu

La falta de prejuicios, unida a un carácter excéntrico e independiente, hicieron que lady Mary Wortley Montagu descubriese en Oriente, y décadas antes que en Europa, la práctica de la vacuna contra la viruela. Allí vio cómo una anciana inoculaba el virus en personas sanas, defendiéndolas así de la epidemia. Ella misma había quedado desfigurada por esta enfermedad cuando era joven. Pocos la escucharon en Inglaterra y el mérito recayó así sobre Edward Jenner quien la "inventaría" 50 años más tarde.

Mary Montagu nació en Londres en 1689 en el seno de familia noble. Su madre murió cuando tenía cuatro años y su padre se desentendió de ella, refugiándose en la biblioteca de la casa que le daría una cultura similar a la de un varón cultivado de la época. De carácter enérgico y resuelto, decidió casarse con Lord Edward Wortley Montagu básicamente porque su padre se lo prohibía. Así que se fugó con él oero desde el principio habría insatisfacción e incompresión en la pareja. Pero la Montagu no se resignó a un mal matrimonio sino que supo desplegar toda su inteligencia seductora entre los que la rodeaban, y así cayeron a sus pies Alexander Pope y el Príncipe de Gales.

En 1716 lord Wortley Montagu fue nombrado embajador ante el Imperio Otomano de Constantinopla y lady Montagu no dudó en embarcarse en esa aventura (dejar la cómoda casa señorial y acompañar a un marido distante a tierras lejanas de infieles). El contraste de culturas le permitió desarrollar uno de los aspectos más atractivos de su inquieta personalidad, pues convertida en viajera, escribió una importante e interesantísima colección de cartas en las que tenían cabida todo tipo de temas desde un prisma emancipador realmente insólito para la época y su condición. Comentó la vida en los harenes mucho antes de que la imaginación de Ingres los recreara y dispuesta a aproximar el Islam a la cultura ccidfental, Mary opinaba que las mujeres árabes eran más libres que las europeas ya que el velo las protegía al visitar a un amante. Y en los baños era capaz de escucharlas sin escandalizarse de su desnudez y de descubrir su hermosura, mientras las jóvenes turcas se reían del corsé con el que los maridos occidentales encerraban a sus esposas.

En el amor no fue feliz, ni con el que había elegido como marido ni quiénes la cortejaban ni a quienes ella quiso. En lo social, brilló con luz propia. A su regeso a Londres, su salón era el más concurrido aunque hubo amigos como Pope que le traicionaron y poco después conoció a Francesco Algarotti, un apuestísimo veneciano 24 años menor que ella al que siguió a Italia donde se instaló con igual poder de convocatoria. No obstante, el díscolo Francesco parecía más interesado en su propio sexo que en el opuesto.

Mary tenía unos 50 años cuando volvió a su tierra tras pasar casi dos décadas en Italia. Su estancia, a nivel literaria también había sido más fructífera que en lo personal. Mientra su esposo le enviaba dinero, ella había continuado escribiendo cartas y en su salón ella seguía siendo el foco de atención.

Cuando regresó a Londres de instaló con su hija quien a su muerte, publicó la colección de cartas. El historiador Hugh Thomas prologó la edición que salió en España hace unos años.

lunes, 13 de abril de 2009

Pascua Florida

Acaba de celebrarse la Pascua (este año la cristiana ha coincidido en unos días con la judía o Pesaj) que culmina con la celebración católica más importante, si bien en nuestras latitudes el sobrecogimiento barroco ante el dolor predomina más que la alegría resucitadora.

Ese mismo alborozo es el que se sentía antaño cuando en días como un domingo o un lunes de Pascua se hacían descubrimientos geográficos como una isla en Oceanía o una península en el continente americano.

El nombre de Florida (o La Florida, como se llamaron en el siglo XVIII las quintas de recreo) que lleva el estado norteamericano, no se debe a la exuberante flora que muestre en sus pantanos de exóticas flores, sino a la fecha del calendario que lleva su avistamiento por Juan Ponce de León. Era un 2 de abril de 1513, pero no un lunes cualquiera, sino el de Pascua que en áquella época se conocía como Pascua florida, por coincidir con el incio de la primavera. Pero tampoco se trataba de un viaje cualquiera sino que se le atribuye ser uno de los primeros europeos en pisar el subcontinente norte americano junto a Giovanni Caboto que flanqueó el lado oriental de ese trozo de tierra del que Alonso Álvarez de Pineda mostró su continentalidad en 1519.



Y el nombre de Pascua que lleva esa isla de la Polinesia, igualmente se debe a la fecha del calendario que siguió el holandés Jacob Roggeveen. Era el 5 de abril de 1722, domingo y doblemente festivo, por eso la bautizó como Paasers en neerlandés y con el nombre de isla de Pascua, se conoce en todo el mundo. Así mismo, se conoce como Rapa Nui (isla grande), que no es el nombre indígena de la isla, como suele creerse, sino el dado por habitantes tahitianos. En lengua rapanui, recibe dos denominaciones indistintas: Te Pito ("El ombligo del mundo") y Mata Ki Te Rangi ("Ojos que miran al cielo"). El montañés Felipe G. Ahedo, fue el segundo europeo en pisar la isla que rebautizó con el desasusado San Carlos. Tras un controvertido proceso de compras de tierras por parte de Chile, actualmente la isla se halla en proceso de adquirir una mayor autonomía. Una isla misteriosa no sólo por su exótica ubicación, con un ecosistema muy genuino (tristemente devastado), sino por las archifamosas estaturas monolíticas de rostros mitológicos o moáis.


Post relacionado: Rodrigo Bastidas, un sevillano en Santa Marta.

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