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Siempre recibimos cuando damos.

Una canción

martes, 22 de enero de 2008

Adiós, vaquero


Desde tu Australia natal y teniendo que explicar el por qué de tu raro nombre, te hacías un hueco en Hollywood. Sin despuntar. Una comedia juvenil (10 razones para odiarte), una remedo de épica medieval que también olía a comedia juvenil (Destino caballero). Y siempre participando en pelis conocidas y comerciales (El patriota, Los hermano Grimm). Seguías sin despuntar.

Supongo que buscaba tu estrellato, el artístico, no éste que te has dado con la vida.

Así que de la mano de Ang Lee, que aún me pregunto qué vio en ti para convertirte en un taciturno y extremadamente silencioso muchacho que trabaja en ranchos de la América profunda de los 60 que vive una relación homosexual ante el también silencio de su mujer; todo el mundo te conoció como el vaquero rubio en el primer western homosexual del cine como quisieron intutular (porque ya se encargaron de sacar del armario unas cuantas escenas incluido el diálogo de las pistolas que sostienen Montgomery Clift y John Ireland en Río Rojo). Yo también te conocí en Brokeback Mountain, aunque por una vez me fijaba en el moreno Jake Gyllenhaal, sorry.

De ahí al reconocimiento y popularidad tan solo un paso y con chica incluida como premio. A estas alturas aún te hallaba casado.

Supongo que se te amontonaron los proyectos desde entonces y siguiste con pelis volcadas para el público. Excepto una. Así te vimos en Casanova y carcaterizado como Joker sustituyendo a Nicholson nada menos. Demasiados proyectos has dejado pendiente y una niña demasiada pequeña.

Y en medio una peli, que si me permites deberías haber tomado alguna nota, digo yo. Se trata de Candy, la historia de un poeta heroinómano. Yo aún la tengo pendiente que ver.

¡Ay!, que Hollywood siga fagocitando un bello cadaver cada equis generación.

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