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Siempre recibimos cuando damos.

Una canción

sábado, 21 de julio de 2007

El Apólogo de Agrippa Menenio





« Olim humani artus, cum ventrem otiosum cernerent, ab eo discordarunt, conspiraruntque ne manus ad os cibum ferrent, nec os acciperet datum, nec dentes conficerent. At dum ventrem domare volunt, ipsi quoque defecerunt, totumque corpus ad extremam tabem venit: inde apparuit ventris haud segne ministerium esse, eumque acceptos cibos per omnia membra disserere, et cum eo in gratiam redierunt. Sic senatus et populus quasi unum corpus discordia pereunt concordia valent. »



« Una volta le membra dell’uomo, constatando che lo stomaco se ne stava ozioso [ad attendere cibo], ruppero con lui gli accordi e cospirarono tra loro decidendo che le mani non portassero cibo alla bocca, né che, portato, la bocca lo accettasse, né che i denti lo confezionassero a dovere. Ma mentre intendevano domare lo stomaco, a indebolirsi furono anche loro stesse, e il corpo intero giunse a deperimento estremo. Di qui apparve che l’ufficio dello stomaco non è quello di un pigro, ma che, una volta accolti, distribuisce i cibi per tutte le membra, e quindi tornarono in amicizia con lui. Così senato e popolo, come fossero un unico corpo, con la discordia periscono, con la concordia rimangono in salute. »

"Cuando los diversas partes del organismo humano no se acordaban armónicamente como ahora, sino que cada miembro tenía su propio pensamiento y lenguaje, no tolerando las demás partes que su cuidado, trabajo y ministerio estuviesen al servicio del estómago, mientras que éste, muy tranquilo en medio del cuerpo, se limitaba a disfrutar de los placeres recibidos, tramaron una conjuración. Así fue como las manos no llevaron los alimentos a la boca, ni ésta los aceptaba ni los dientes los trituraban; y mientras en su resentimiento querían sojuzgar por hambre al estómago, todos los miembros y el cuerpo entero vinieron a dar en la mayor extenuación. Se vio entonces que el papel del estómago no era estar inerte, y que si era alimentado por los demás miembros, él también los alimentaba, enviando a todas partes del cuerpo la sangre que es fuente de nuestra vida y vigor, y repartiéndola por igual en las venas, después de haberla elaborado por medio de la digestión." Haciendo ver con este apólogo cuán semejante a la sedición intestina del cuerpo a la indignación de la plebe con los patricios, logró doblegar los ánimos de aquellos hombres.

Tito Livio, Ab urbe condita libri VIII, 33

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