Original acero grabado según G. Guillon Lethière, grabado por Manceau. 1838
Los primeros años de la República Romana, acaecida en el año 509 a.C. tras la abolición de la monarquía etrusca de los Tarquinos, asisten a la cada vez más pujante confrontación entre patricios y plebeyos. Los primeros como detentores de la oligarquía acaparan todos los privilegios por lo que los segundos se amotinan. No estamos más que ante una lucha de clases que persistirá en la Historia.
Los plebeyos conseguirán tener sus propios representantes frente al Senado, los Tribunos de la Plebe, en número par, con derecho a veto de las decisiones senatoriales o de los Magistrados (primero de los Cónsules y luego del resto).
Momentáneamente, Roma tuvo que atender sus guerras con los pueblos vecinos, algunos de ellos considerados veteres hostes romanorum (enemigos eternos) como los volscos, auruncos y otros como los sabinos o ecuos de los que llegaban alarmantes noticias de ataque. En la derrota a los volscos destacará el cónsul Aulo Verginio, quien será enviado por el Senado para tratar con la plebe.
Cicerón hablando al Senado, C. Maccari Los plebeyos, acuciados por la hambruna prolongada de tantos decenios, habían conseguido organizarse bajo el liderazgo de Sicinio y en lo que se conoce como la
Rebelión de la Plebe en el
año 493 a.C., se instalaron en el Monte Sacro a orillas del río Anio (*). Algunos se quedaron en la ciudad pero fueron mayoría los que se marcharon al campamento fortificado al efecto, en lo que constituía una clara secesión. Los patricios sintieron entonces la necesidad económica que tenían de la plebe y el Senado reacciona enviando una serie de cónsules para que medie en el conflicto. El elocuente
Menenio Agripa pronunciará un famoso discurso que ha sido objeto de numerosos análisis, desde la Antigüedad, por el alto significado político que tiene su
Apólogo, con el que logra su objetivo conciliador.
La plebe se reintegra en Roma tras conseguir tener sus propios representantes, elegidos entre ellos mismos y que ningún patricio pueda desempeñar la nueva magistratura, pues la defensa de los intereses del grupo social radica en la denominada ley sacra:
"Que nadie obligue a un tribuno de la plebe a hacer algo contra su voluntas, como si se tratara de una persona cualquiera, ni lo golpee, ni ordene a otro que lo haga, ni lo mate ni ordene matarlo. Si alguno viola alguna de estas prohibiciones, sea expulsado como impío y sus bienes consagrados a Ceres; y el que mate a alguno de los que realicen estos actos, quede libre de culpa".
Los primeros Tribunos de la Plebe fueron Cayo Licinio y Lucio Albino (que reclutaron como ayudante (**) a Sicinio, el líder de la sedición) y tenían como atribuciones: prestar ayuda a cualquier ciudadano y rescatarlo de manos de un magistrado que intentara arrestarlo o castigarlo, vetar cualquier disposición de los magistrados, convocar y consultar al Senado, pedir que éste promulgara leyes (
senatum consultum), reunir la asamblea del pueblo y proponer plebiscitos.
Una de las reivindicaciones de los plebeyos era la de mayor transparencia legal. Desde una perspectiva histórica, no podemos perder de vista el momento aún de formación en que se encuentra Roma, por eso es interesante constatar la resolución senatorial que se adoptó, la de enviar tres magistrados a la Magna Grecia (sur de Italia) a estudiar las leyes de Solón. La influencia griega es decisiva en el grupo de diez legisladores, los
Decemviri, que dirigidos por el
cónsul Apio Claudio, redactaron la
Ley de las Doce Tablas. Es el código jurídico romano más antiguo, redactado en torno al
año 450 a.C. Con este texto se puede afirmar que nace el Estado romano, en un concepto aproximado al que entendemos hoy día y que en él se encuentra el embrión de la
civitas o ciudadanía romana,
la base del Derecho Romano. No se conserva el texto original, si bien es conocido gracias a numerosas referencias.
No desaparecerán, desde luego, las tensiones sociales, pero la estabilidad que gana la república romana logra contentar a ambos. Los plebeyos conseguirían posteriormente la concesión de celebrar plebiscitos (
plebe scita, resolución del pueblo) y levantar el templo de Ceres, como forma de identidad colectiva; y los decemviros aumentarían su estatus al integrarse en la carrera de magistratura.
El prestigio de Apio Claudio era ampliamente reconocido pues gozaba del favor de los patricios, en su condición de tal y de la amistad de los plebeyos tras proponer su inclusión como nuevos decemviros. Pero no convocó a la Asamblea plebeya para aprobar las nuevas tablas (dos que se sumaban a las diez primitivas) y su comportamiento pronto mostraría su lado más tiránico. Se hizo con el poder de Roma y en unos años se sucedieron las confiscaciones, los asesinatos y la violencia en general.
Es bien sabido que quien otorga la ley abusa de ella. Es la vil estratagema que empleó Apio Claudio cuando se enamoró de la hermosa joven,
Virginia. Aprovechándose de que el padre,
Lucio Verginius estaba ausente (como centurión, se encontraba en campaña), quiso hacerse con ella por medio de un amigo que la reclamaría como esclava. Enterados los familiares y el prometido de la joven, Icilio, tribuno de la plebe, se formó un tumulto oponiéndose a tal afrenta y reclamando que el padre pudiera defender sus derechos. La joven plebeya por sí misma en su condición de mujer, nada podía hacer. Apio Claudio la retuvo en su casa donde la violó.
Avisado a toda prisa, logró llegar al día siguiente Lucio Verginio ante el tribunal que deliberaría el caso. Apio Claudio proclamó que había que aplicar la ley, en virtud de la cual, siendo Virginia esclava de Marco Claudio, era propiedad de éste, el cuál podía vendérsela o disponer de ella como quisiera. Preguntado Marco Claudio al respecto corroboró palabra por palabra el perjuro de su amigo y el tribunal acabó dándole la razón a Apio Claudio. Creíase este victorioso y dispuesto a tomar a la joven, no contó con la desesperación de un padre ante la afrenta a su hija.
Le hundió un puñal en el pecho, quedando muerta Virginia allí mismo, entre todos los presentes. Era el año 449 a.C. Doscientos años antes,
Lucrecia, con su violación y muerte simbolizaba el fin de la monarquía. Parece que siempre haya una mujer cuyo sacrificio sirva de expiación a pecados de la Historia.
La muerte de Virginia, dibujo de Poussin, 1636
Apio Claudio esquivó el segundo golpe y huyó haca el monte Aventino. Fue tal la la indignación y la consternación de la plebe, que se sublevaron contra los decemviros mientras volvían a sitiarse en el Monte Sacro. A Roma llegan refuerzos de los decemviros que no logran imponerse. El Senado interviene. Acuerda con los plebeyos una amnistía general, la restitución de dos Tribunos de la Plebe a los que se suman dos Pretores y destituye a los decemviros. Apio Claudio (***) fue arrestado y muere en prisión, donde se cree que se suicida. Se fortalece una vez más la República, que ad portas del siglo III a.C logra una sólida organización institucional.
De estos hechos, sin duda, envueltos en leyenda, tenemos conocimiento primordialmente a través de Tito Livio. Cicerón lo cita tal cual en su obra De los fines de los bienes y los males. Y el Marqués de Santillana recuerda en un soneto la belleza de Virginia.
Cada 21 de mayo suelo acordarme de esta joven romana y su fatal desenlace propio de una mártir aunque no sea la virgen homónima que recoge el martiriólogo católico hoy. Desde aquí un saludo a todas mis tocayas. Cómo regalo, la inquietante Patricia Highsmith nos dedicó su primera novela.
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(*) El 15 de agosto de 1805, Simón Bolívar pronunciará su Juramento de Roma en el mismo escenario.
(**) En los asistentes del Tribuno de la Plebe, se encuentra el origen de los Ediles (etimológicamente procede de Aedes, del Templo de Ceres) que empezaron con esa función, aunque no reconocidos por el Senado y que evolucionaron hacia un tipo de magistratura menor
de patricios con funciones similares lo que daba pie a confusiones entre ambos.
(***) Apio Claudio Craso Inregilense Sabino (en latín Appius Claudius Crassinus Inregillensis Sabinus). En la wikipedia aparece este personaje, pero de forma errónea atribuyen su destitución a Verginius. He editado el artículo añadiendo datos historiográficos.