La ciudad del río y el arenal, del héroe legendario y el conquistador histórico, de la hija santa y del hijo traidor, de la nieve única y el sol avencidado, del oro indiano y de la fiebre amarilla, del cruel y del justiciero, de la giganta y la tesela, es la ciudad de la penitencia y de la gloria, del recogimiento personal y de la reunión social, de la tradición y la modernidad siempre enfrentadas y nunca entendidas.
La Semana Santa de Sevilla recibe, hoy, tantos epítetos como ojos la contemplan, corazones la sienten y caminos la despiden.
Suele decirse que es difícil explicar qué es la Semana Santa de Sevilla. Yo haré el intento. Pensando en aquellos lectores ajenos y totalmente desconocedores de esta realidad, la definiré como una de las fiestas principales de la ciudad de Sevilla. No digo la principal pues nuestro dualismo queda subrayado en dos fiestas -Semana Santa y Feria de Abril-, aparentemente antagónicas que, sin embargo, siempre han trasncurrido fraternizadas.
Un fiesta religiosa que se celebra en el momento del año que la liturgia católica conmemora la Pasión, Muerte y Resurreción de Jesús. Siguiendo los pasajes evangélicos, desde que el Señor entró aclamado en Jerusalén en vísperas de la pascua judía, pasando por su proceso de acusación por los sumos sacerdotes hebreos, su encarcelamiento, padecimiento físico, hasta su muerte en la cruz y resurreción a los tres días como anunció.
Una fiesta artística que recoge la
tradición secular, que hunde sus raíces en la Edad Media y culmina en el Barroco,
de hacer estación de penitencia en forma de procesión por las calles con imágenes que representan los pasajes evangélicos mencionados. Los artistas más renombrados esculpieron inspirados los rostros del Señor y de su madre, la Virgen María, bajo las múltiples advocaciones con que el pueblo les ha dado culto, rezado y proclamado.
Y aunque los cultos los oficia el clero, ha sido la piedad y religiosidad popular quien se reunió en torno a esas advocaciones naciendo así las hermandades o cofradías (*), que son asociaciones cristianas que dan culto a una imagen como testimonio público de fe además de realizar acciones de caridad.
Una fiesta celebrada en numerosos puntos de la geografía española como espejos sin imagen reflejada pues la idiosincrasia de cada lugar las convierte en únicas; si bien se contrasta la sobriedad castellana con la emotividad andaluza. Y como toda cultura ha desarrollado a su alrededor variopintas costumbres gastronómicas (pestiños, torrijas, bacalao) aí como de ropa (quien no estrena el Domingo de Ramos no tiene mano).
En Sevilla, los números suelen ser los protagonistas como parte de nuestra vanidad ombliguista que nos legaron aquellos de fazer un templo tan grande que nos tomen por locos: más de sesenta hermandades, miles de nazarenos, siglos de antigüedad en fundaciones e imágenes, calles abarrotadas, kilómetros recorridos, dinero que gastamos y se gasta. Porque ha trascendido fronteras convirtiéndose en fiesta turística o al menos en reclamo de tal.
Una fiesta que es una estampa, una mirada congelada en el tiempo en forma de fotografía o pincelada de sentimiento en el recuerdo del corazón, un sentimiento siempre a flor de piel, un requiebro que surca el aire desde miles de gargantas enmudecidas, una sintonía de tambores y de pisadas racheadas, un trocito de cielo envuelto en incienso y azahar, una imagen que expresa mil palabras que se le dirige, unos ojos anónimos que se encuentran con los que siempre le mira. La Semana Santa en Sevilla es una calle, un barrio, un cielo, un momento, un encuentro, una oración, un gozo y una inexplicación.
Fiesta religiosa, cultural y momento vacacional. Extraña conjunción, ¿no creen?. Tema de conversación sempiterno para muchos, motivo de desconcierto para otros muchos, imagen de una ciudad real y deformada, anquilosada y creciente. Podríamos concluir con un definitivo cada uno la vive a su modo.
Pero surgen interrogantes: ¿Semana Santa sin fe? ¿sevillanos fuera de Sevilla esos días? ¿celebración litúrgica sin pasos? ¿entrar en una iglesia sólo en esta época, rezar sólo un día? e incluso, ¿recorrer callejuelas intramuros sólo esa semana?.
La Semana Santa en Sevilla tiene un carácter marcadamente familiar, pues pertenecer a una hermandad, acompañar a la imagen como nazareno o sacar un paso como costalero se remonta en muchos casos a bisabuelos y se transmite a bisnietos. Se acentúa en ella los ritos, pues es una ceremonia compuesta por miles de detalles desde los imperceptibles de montar la parihuela de los pasos a los solemnes de los cultos principales. Es una experiencia intimista de comunión entre el hijo y el Padre.
La Semana Santa puede estar llena de sentido pero también vacía. Es el sentido que dé a la vida la que lleva a vivirla de un modo u otro. Hay navidades y semanasantas todo el año cuando aprendemos a ser humildes, a perdonarnos, a ver a la otra persona como hijo de Dios y por tanto hermano. Hay Semana Santa en una calle agolpada de gente donde un penitente se deja interpelar por Dios hecho hombre; hay Semana Santa cuando la cruz de madera se abraza en la vida en forma de sacrificio y humildad; hay Semana Santa cuando nos mira el Amor, el Dolor, la Esperanza y nos invita a abandonarnos en la Providencia con con la confianza de quien es amado.
La Semana Santa es
encuentro: en la familia, en la amistad, en la calle, en la ciudad. Es un encuentro con Él y con Ella. Creemos que salimos a ver y nos encontramos con la mirada siempre paciente. Creemos que dura una semana y es una vida llamada a ser eterna.
La Semana Santa en Sevilla es multitudinaria y bulliciosa, silenciosa y enmudecida, múltiple y única. Explicada tantas veces sin dejar de ser un misterio. Una manifestación de amor, para que nos amemos todos, sin distinciones.
(*) Etimológicamente significan lo mismo: hermandad viene de germanus (hermano carnal) y cofradía viene de cum fratre (con el hermano). Pero existe una diferencia jurídica tradicionalmente establecida en el Derecho Canónico, y que reogió el Código de Derecho Canónico (el actual no hace distingos y sólo habla de asociaciones de fieles en general): "Las asociaciones de fieles que han sido erigidas para ejercer alguna obra de piedad o de caridad, se denominan pías uniones; las cuales, si están constituidas a modo de cuerpo orgánico, se llaman hermandades". "Y las hermandades que han sido erigidas además para el incremento del culto público, reciben el nombre particular de cofradías". Es decir, una corporación entre cuyos fines tenga rendir culto público -normalmente a una o varias imágenes- debería denominarse siempre cofradía; pues hermandad es aquella asociación cuyo fin exclusivo es la caridad (pía unión si no está organizada corporativamente). Archicofradía es un rango superior de cofradía que otorga la Santa Sede y que permite crear filiales que participen de los privilegios de la Archicofradía Primaria o de una Confraternidad universal.--------------------------------------------------------------------
Desde mi blog os deseo a todos una buena Semana Santa. Dejaré dos entradas programadas y volveré el lunes de Pascua.