En una de sus numerosas actuaciones de vodevil, en ciudades del Medio Oeste apenas señaladas en el mapa, en teatros improvisados en desvencijadas salas, con un público que no dejaba de parlotear, comer y moverse, los Hermanos Marx fueron literalmente echados por el gerente. Apenas alcanzaron el último vagón del tren que partía. Encaramado a la barandilla, Arthur, el segundo de los Hermanos Marx, lanzó toda una serie de improperios al pueblucho que dejaban. Al día siguiente se enteraron por la prensa que el dueño del teatro había muerto en un incendio. Definitivamente era mejor que Arthur dejara de hablar, sentenció Groucho.
Pero el mismo Harpo nos cuenta de donde le vino su enmudecimiento:
"(...) el tío Al no escribió ni una sóla línea para mí. Protesté. El tío Al dijo que yo aportaría un maravillosos contraste al espectáculo si actuaba en pantomima. Al diablo con eso. Improvisaría (..) todo lo que quisiera, dije.
Pero el mismo Harpo nos cuenta de donde le vino su enmudecimiento:
"(...) el tío Al no escribió ni una sóla línea para mí. Protesté. El tío Al dijo que yo aportaría un maravillosos contraste al espectáculo si actuaba en pantomima. Al diablo con eso. Improvisaría (..) todo lo que quisiera, dije.
(...) El crítico del periódico de Champaign Urban (Illinois) escribió algo así:
Cuando leí la reseña comprendí que el tío Al estaba en lo cierto. Simplemente, no podía superar a Groucho o Chico hablando, y era ridículo por mi parte intentarlo. Sin embargo, fue un duro revés para mi orgullo.
(...) Enmudecí. Nunca más dije una palabra, ni en el escenario ni frente a las cámaras, como Hermano Marx."
2 Comments:
Parece que los mejores talentos de uno no siempre se descubren de la manera que a uno le gustaría.
JOSÉ, como dice el propio Harpo "nunca fui a ninguna parte por la ruta establecida".
Saludos.
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