Esta es la imagen que obtendremos si nos adentramos en ella desde la plaza de San Pedro, una vez doblada la esquina de la parroquia del clavíjero.
Ese nombre evoca en Sevilla, un episodio extraordinario pero significativo del reinado de Pedro I en el siglo XIV. Sí, aquel rey que despertara simpatías o temores y por eso en la Historia se le conoce como Pero Gil, el Cruel o el Justiciero (Felipe II ordenó el cambio de mote). El mismo rey, que de Burgos a Montiel, pasó media de su corta vida en Sevilla, dejándonos el Palacio mudéjar de los Reales Alcázares y un reguero de variopintas leyendas ocurridas aquí, como sin par demostración de su personalidad.
Es el nombre de una dama sevillana que se autodesfiguró el rostro en defensa de su honra ante el acoso sufrido por Pedro, por muy rey que fuera. Hay cosas que no desaparecen, por desgracia.
Nacida en el año 1334 en la calle Arrayán, pronto envuelta en las luchas nobiliarias rivales según a qué rey se apoyaba, en el ocaso del medievo peninsular, como hija mayor de Alfonso Fernández Coronel y como esposa del infante Juan Alfonso de la Cerda (*).
retrato de Joaquín Domínguez Bécquer
Su padre era un activo noble castellano que incrementó sus tierras y títulos al apoyar a la favorita del rey Alfonso XI, la también sevillana Leonor de Guzmán. Su esposo era miembro de una poderosa familia como línea primogénita y desheredada descendiente de Alfonso X el Sabio.
Ambos caerán en desgracia a la muerte de Alfonso XI, una vez que la reina viuda, María de Portugal, se venga de su rival, la favorita Leonor, mandando prenderla y asesinarla. El nuevo rey Pedro I, el único hijo legítimo, accede al trono. Pese a haber sido criado por su madre en el odio a la amante del padre, a los tres días de su boda con Blanca de Borbón, se une a María de Padilla.
Mientras, la nobleza castellana se subleva encabezada por el hermanastro Enrique de Trastámara. Siendo éste, hijo de Leonor de Guzmán, la familia de nuestra protagonista se alía directamente, enfrentándose con el monarca. En estos momentos, doña María Coronel se encuentra en tierras cordobesas de Aguilar de la Frontera (**), donde su padre y esposo luchan en un episodio más de la guerra civil. Los acontecimientos se precipitan: muere el padre, el marido de su hermana Aldonza huye y la deja en Sevilla. El rey se encapricha de ella y la aloja en la Torre del Oro. Pero su cuñado, el marido de doña María la defiende. Es apresado por el rey y este marcha al norte donde siguen las sublevaciones. Enterada María, se dirige al campamento real para solicitar clemencia. Sin saber que, decapitado su marido, ya era viuda.
Retorna sola a Sevilla, sin familia ni posesiones. Pero tiene algo que el capricho y empecinamiento del rey quiere obtener: su extraordinaria belleza. Comienza a hostigarla. Ella decide retirarse a la ermita de San Blas, en las inmediaciones de Omnium Sanctorum hasta que finalmente ingresa en el convento de Santa Clara. El rey la persigue. En una de las ocasiones, las monjas la esconden en unos lagares y en el lugar florece un perejil. Pero el rey no se da por vencido, a cada negativa aumenta su ira por los desaires y pese a que ya ha profesado irrumpe en el convento con su guardia. Ella se refugia en la cocina pero nada detiene al rey. Entonces toma una sartén y se arroja aceite hirviendo a la cara. Su rostro queda desfigurado para siempre. Se ha marchitado su belleza y logrará que Pedro la olvide. Este queda conmocionado por el arrojo de ella y convencido por María de Padilla, decide devolverle sus posesiones.
Pero no será hasta el reinado de Enrique II, que mata a su hermanastro e inicia la dinastía de los Trastámara, cuando eso ocurra y podrá doña María recuperar las posesiones familiares, entre ellas las casas del viejo palacete de los Coronel a la espalda de la Morería. Pudo por fin cumplir sus deseos de fundar un convento, de Santa Inés en 1376, del que fue la primera abadesa. Murió el 2 de diciembre de 1409 (recientemente se ha corregido la fecha de 1411).
Pasados los siglos, en ese convento las gentes se arremolinarían cada Misa del Gallo con tal de oír la celestial música que arrancaba de su órgano el viejo Maese Pérez, como nos relató Bécquer en su leyenda.
Y con el tiempo, las hermanas quisieron colocar los restos de la priora, que descansaba con los de su marido y una hija de corta edad, en un lugar más visible de la iglesia. Cuando lo abrieron en 1696 contemplaron maravilladas el cuerpo incorrupto de doña María Coronel. En la actualidad se ha verificado la autenticidad de las quemaduras que corresponden a aquel siglo.
Hoy, 2 de diciembre, asomada a la reja del coro de la vieja iglesia gótica, inusualmente iluminado, dejando entrever árboles del jardín, puedo ver su rostro apergaminado que conserva las cicatrices, con las manos reposando sobre el hábito de franciscana. Un rostro que es una vida y una vida que es una historia. La historia misma de la ciudad, que sin ser santa le visita como tal.
(*) Juan Alfonso de la Cerda fue Alguacil Mayor de Sevilla y Adelantado de la frontera de Aragón. Tuvo aficiones literaria siendo muy considerado por el Marqués de Santillana, aunque no se conoce ninguna obra suya.
(**) En Aguilar de la Frontera también tiene dedicada una calle y un colegio.
* Post recomendado en Palabras para ti.
5 Comments:
Gracias, Zinquirilla.
Conocía la historia de los amores ilícitos del rey Alfonso con Leonor de Guzmán, de la extensa prole que generaron, del resentimiento y la jurada venganza de la reina María y su hijo Pedro, del comienzo de la dinastía Trastámara. Uno de esos memorables pasajes de nuestra historia.
Pero no sabía nada de la historia de Doña Maria Coronel. Me ha parecido un relato estremecedor, muy impactante. Interesantísimo.
Un besote.
Ummm casi he podido oler los naranjos de Sevilla!! No conocía esta historia, que no se aleja tanto de algunas realidades.
Hay otra historia la de la princesa de Eboli que también me llama la atención por el encierro a la que la sometieron al relacionarla con un asesinato, si no la conoces echale un vistacillo! se llevaba a matar con Teresa de Jesús y tenía fama de mala pieza!Acabó recluida en un palacio y solo la dejaban asomarse durante una hora al balcón, de ahí el nombre la plaza de la hora en Pastrana. Aiis que al final te cuento toda la historia! :)
Me ha fascinado la entrada y recordar la historia de esta mujer principal de mi ciudad, contada de una forma magistral por tu pluma. Gracias. Te enlazo y sigo tu blog. Es magnífico.
Un saludo.
Muy interesante, había oido hablar de ella, pero no conocía la historia. Impactante. Un beso
Io veo que estás puesta en Historia medieval ;-)
Ésta es una historia local aunque en Sevilla es de las más conocidas y apreciadas.
Rosqui bienvenida al blog. También estás puesta ;-) Conozco bien la historia de doña Ana de Mendoza y de la Cerda, más conocida como la Princesa de Éboli. Pero gracias por hablar de ella.
María Azahar bienvenida también al blog y muchas gracias por tus palabras, me sonrojan la verdad, será que esta historia me es tan querida desde chica que por eso me salió así escibirla.
María Jesús gracias a ti por leerla a través de mi post.
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