Hacía frío en las primeras horas de aquel 8 de junio de 1901. De la iglesia salió la pareja recién casada, con los brazos fuertemente apretados. Sólo sus corazones, henchidos de amor, podían albergar una mezcla indescriptible de temeridad y arrojo. Se encaminaron a la posada donde pasarían la noche. A los pocos meses el mismo párroco que les casó, desveló el secreto de ropajes que se conocía a voces.
Marcela Gracia Ibeas no se había casado con Mario, aquel muchacho alto y delgado de voz atiplada e incipiente bozo que había aparecido con su incierto origen inglés para convertirse al catolicismo, sino con Elisa Sánchez Loriga, su compañera de trabajo y vida.
Se conocieron y enamoraron en la Escuela Normal de A Coruña, allá por 1885. Se sintieron unidas desde entonces aunque fueron obligadas a separarse por la familia de Marcela que, alarmada ante el excesivo apego que ella mostraba hacia su compañera de estudios y con un miramiento también insólito para la época, la mandó a Madrid. El trabajo pudo reencontarlas cuando cada una obtuvo una plaza de maestra rural: Marcela en Calo y Elisa en Couso. Aún así los doce kilómetros que cada noche Elisa recorría seguían acrecentando la soledad y dificultades que sobrellevar.
El refranero español ha sabido recoger como ejemplo de profesión pordiosera la de maestro de escuela, que en el caso de la mujer, no sólo eran los únicos estudios superiores a los que podía acceder para educar a infantes de su mismo sexo, sino que la sociedad a cambio de permitirle esa compensación intelectual y laboral, le exigía un estricto código de conducta pública que incluía un alto precio afectivo: para el buen ejemplo a sus educandas no debían casarse. Por esta razón, las maestras solían vivir en un compartimento anejo a la escuela y su círculo, lejos de la famlia según los destinos, quedaba circunscrito a sus compañeras.
La madre de Marcela intentó oponerse una vez más pero ambas mujeres lograron instalarse en Calo donde convivieron. Los vecinos las conocían y no llegaron a imaginarse que la amistad de dos mujeres era el amor que sentían dos personas.
Sin embargo Elisa quiso dar un paso más. Me pregunto si sentía la necesidad de encontrar una completa identidad sexual o como apunta la mayoría, el querer oficializar la relación amorosa. Ella no dejó escritos sus sentimientos, sus miedos o sus anhelos, pero sí dejó constancia de un ingenio insoslayable a todo obstáculo. Decidió asumir un rol masculino que preparó con detalle en lo físico y en lo documental. No sólo se cortó el pelo, se vistió de hombre y adoptó apariencia varonil completa sino que construyó su nueva personalidad, rescatando la historia de un lejano primo naufragado en las costas gallegas. Volvió a la Escuela para solicitar un nuevo certificado de estudios y se presentó al párroco de san Jorge como un joven de padre ateo que había dejado embarazada a una muchacha, pero que deseoso de cumplir con ella, quería convertirse al catolicismo. El padre Cortiella, entusiasmado ante tal derroche de virtudes, se prestó a bautizarlo, comulgarlo y confirmarlo, para casarlo.
Marcela Gracia Ibeas no se había casado con Mario, aquel muchacho alto y delgado de voz atiplada e incipiente bozo que había aparecido con su incierto origen inglés para convertirse al catolicismo, sino con Elisa Sánchez Loriga, su compañera de trabajo y vida.
Se conocieron y enamoraron en la Escuela Normal de A Coruña, allá por 1885. Se sintieron unidas desde entonces aunque fueron obligadas a separarse por la familia de Marcela que, alarmada ante el excesivo apego que ella mostraba hacia su compañera de estudios y con un miramiento también insólito para la época, la mandó a Madrid. El trabajo pudo reencontarlas cuando cada una obtuvo una plaza de maestra rural: Marcela en Calo y Elisa en Couso. Aún así los doce kilómetros que cada noche Elisa recorría seguían acrecentando la soledad y dificultades que sobrellevar.
El refranero español ha sabido recoger como ejemplo de profesión pordiosera la de maestro de escuela, que en el caso de la mujer, no sólo eran los únicos estudios superiores a los que podía acceder para educar a infantes de su mismo sexo, sino que la sociedad a cambio de permitirle esa compensación intelectual y laboral, le exigía un estricto código de conducta pública que incluía un alto precio afectivo: para el buen ejemplo a sus educandas no debían casarse. Por esta razón, las maestras solían vivir en un compartimento anejo a la escuela y su círculo, lejos de la famlia según los destinos, quedaba circunscrito a sus compañeras.
La madre de Marcela intentó oponerse una vez más pero ambas mujeres lograron instalarse en Calo donde convivieron. Los vecinos las conocían y no llegaron a imaginarse que la amistad de dos mujeres era el amor que sentían dos personas.
Sin embargo Elisa quiso dar un paso más. Me pregunto si sentía la necesidad de encontrar una completa identidad sexual o como apunta la mayoría, el querer oficializar la relación amorosa. Ella no dejó escritos sus sentimientos, sus miedos o sus anhelos, pero sí dejó constancia de un ingenio insoslayable a todo obstáculo. Decidió asumir un rol masculino que preparó con detalle en lo físico y en lo documental. No sólo se cortó el pelo, se vistió de hombre y adoptó apariencia varonil completa sino que construyó su nueva personalidad, rescatando la historia de un lejano primo naufragado en las costas gallegas. Volvió a la Escuela para solicitar un nuevo certificado de estudios y se presentó al párroco de san Jorge como un joven de padre ateo que había dejado embarazada a una muchacha, pero que deseoso de cumplir con ella, quería convertirse al catolicismo. El padre Cortiella, entusiasmado ante tal derroche de virtudes, se prestó a bautizarlo, comulgarlo y confirmarlo, para casarlo.
"Un matrimono sin hombres" rotuló la prensa gallega el descubrimiento, primero en la aldea y luego por el párroco, del paso decisivo que habían dado Elisa y Marcela. A partir de entonces, la pérdida de trabajo, las cencerradas y todo el hostigamiento posible de entonces, precipitaron la huida de ellas. La orden de búsqueda y captura las localiza por última vez en Oporto. Probablemente embarcaron a América, recalando quizás en Argentina como tantos paisanos.
No se sabe qué fue de ellas. Pero su historia se conocía. En las lumbres de las aldeas finisterras las aventuras de naufragios cedían ante aquel amor insólito. Cuando ya no quedaban testigos directos, el párroco de Dumbría quiso investigar en los archivos diocesanos hasta dar con el registro de un matrimonio que nunca fue anulado.
No se sabe qué fue de ellas. Pero su historia se conocía. En las lumbres de las aldeas finisterras las aventuras de naufragios cedían ante aquel amor insólito. Cuando ya no quedaban testigos directos, el párroco de Dumbría quiso investigar en los archivos diocesanos hasta dar con el registro de un matrimonio que nunca fue anulado.
14 Comments:
Este blog es fino, hoy solo pase por aquí a saludar. Siempre me impresiona el hecho de que España y Venezuela estan divididas por un mar inmenso y seis horas de diferencia, aquí (al momento de escribir esto) aún es miercoles y allá jueves, eso siempre me ha llamado la atención.
Un hecho muy interesante y curioso ( digo para la época de la que estamos hablando)
Un abrazsibeso
Rampy
Una historia muy bonita que como ya han comentado, está bien recordarla en estos tiempos que corren.
Curiosa la sociedad de la época, pero mas curioso es que hoy día aún hay gente que parece no haber evolucionado.
Saludos.
La historia es impresionte, no tenía ni idea de que algo así hubiera pasado de veras en España.
Besitos
Hola, gracias, mil gracias por tu visita. Te deseo muchas cosas buenas en tu bonito blog.
Besos.
Antonio
Una historia preciosa.
Un saludo y sigue así Zinquirilla.
Tranquilo, que he entendido lo que me has querido decir. Se mucho sobre cine, pero todavía me queda mucho por aprender de otras cosas.
Por cierto, suerte en el concurso! Y espero que el 1 de noviembre estes pendiente en mi blog para ver mi corto. Saludos.
Eran otros tiempos, pero el amor es siempre eso: amor.
Acá en Argentina no hemos oído hablar de ellas pero sí conocíamos su historia.
La historia la cuentas muy linda.
Hola, Zinquirilla...
No entiendo muy bien qué has de rechazar o aceptar (según pones en mi blog).
El foro lo dejé de frecuentar ya hace tiempo y abrí un hilo para anunciar que también "dejaba" el concurso.
Es una pena, pero tiene demasiadas picarescas...^^
Un abrazo y suerte con los blogs!!!
Sabes que TACG tiene siempre las puertas abiertas.
Y no te estoy pidiendo el voto XD jajajaja
Adeu!
Tampoco conocia esa historia. increible.
Tienes un blog mu currado y tienes mi voto.
wow, Zinqui, que bonito y que interesante!!
Me ha encantado.
Gracias a todos por los comentarios, me alegra que os guste la historia.
Es una nueva sección que inicio en el blog con biografías de mujeres poco conocidas o anónimas pero de vidas siempre interesantes.
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