No es por ir contracorriente, pero aunque pensé dedicar un post al 2 de mayo qué se puede esperar de una bonapartista como yo que le entran ganas de luchar en Waterloo oyendo la Obertura de Tchaikovsky.
Además el siglo XIX y en concreto la encrispada conquista del Liberalismo español no se encuentra entre mis preferencias. Soy medievalista y bastante tengo en dar Historia Contemporánea en 4º de Secundaria y 1º y 2º de Bachillerato.
Y si sigo pensando en el Dos de Mayo me entran ganas de darme un garbeo por la Gavidia, no sólo para saludar a De Aoiz sino para tomarme un fino y un queso con nueces.
No pretendo ser irónica. Si se quiere saber del Dos de Mayo prefiero saber de las andanzas de Gabrielillo Aracil que leer a los sosos Artola o Palmer y ahorrarme la petulante invitación de Pérez-Reverte de ir a la exposición. Todos, en especial, los bandos políticos y regímenes de gobierno que hemos sufrido se apropian, tergiversan y ensalzan a su manera aquel triste fenómeno de un pueblo inculto y rabioso, heroico y envalentonado que logró paralizar los planes de Napoleón.
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