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Siempre recibimos cuando damos.

Una canción

domingo, 2 de marzo de 2008

No sé si tengo un vecino sordo o antipático


Tengo un vecino de azotea que comparte algo más que físico en su parecido a Juan el Golosina. Al principio de mudarme a la casa, lo saludaba y nada. Quizás era para evitar que le pidiera nardos. Es que este hombre quien gusta de shilabas o tejidos ligeros (una vez le vi el trasero, ya podía tener yo otro vecino :D) tiene un mini jardín en la azotea y un día le alabé los nardos, flor que me encanta. Cierto es que lo hice con la intención de que me regalara un par de varas pero a la larga este hombre hubiera visto que no se las hubiera pedido y en tal caso con poner una excusa, suficiente.

El por qué me extraño de que este vecino no me salude es que sí saluda a mi padre, sabiendo que lo es, claro; en ocasiones nos hemos cruzado por la calle y el hombre ha soltado un alegre "Adios, Juan". Y a mí, ni mú. Será el hombre misógino, y pese al buen porte de mi padre, quien siempre ha tenido buena planta y de muchacho era muy guapo, lo que no sabe son las ideas tan carcas que tiene (contra homosexuales, entre otras).

Lo curioso es que este hombre y yo compartimos afición por la copla. Yo, cuando subo a tender ropa a la azotea, algo que me gusta, el estar en mi azotea viendo los tejados del centro y saludando la la Giralda, me da por cantar a pleno pulmón y la mayoría de las veces entono Ojos negros, La niña de Puerta Oscura o A la lima y al limón. Y desde la casa vecina se oyen coplas, la verdad es que le pega a este hombre que me contaron que en su día tuvo peluquería propia en la casona de tres plantas donde vive ahora, la colindante a la mía. Señalar que yo no vivo en una casona de tres plantas, sino en un pequeño edificio de tres plantas.

Hace un rato estaba tendiendo y cuando reparé en que llegaba el hombre volví a preguntarme, ya hacía tiempo, el misterio de que este hombre no me saludara. Yo me considero una persona afable y me gusta hablar con los vecinos. Al buen rato oigo un tremendo estornudo que me hace pegar un brinco.

- ¡Qué susto!- me giro y le digo al hombre- ¡Jesús María!.

Y me sorprendo del tono tan agradable que le dirijo.

El hombre me da las gracias y dice que le ha venido de repente.

Yo, que a parlanchina no hay quien me gane, le digo,

-Sí, sabía que estaba ahí, pero me ha dado un buen susto.

Al ratillo termino de tender y en la puerta me paro y le digo con voz fuerte.

- Hasta luego.

Me quedo esperando y nada.

Bajo las escaleras preguntándome si ese hombre es sordo o me tiene antipatía, jaja.

(sé que la foto tiene muy mala visibilidad, no está hecha con la cámara sino con el móvil)

4 Comments:

Anónimo said...

Tierno invierno de lujurias y azoteas...

José Manuel said...

Cuándo quieras un nardo, no tienes más que pedirmelo a mi, que te los apoyaré a la cadera...
¡Vaya vecino!, no hay peor sordo que el que no quiere oir.
No te merece, ni como compartidor de tabiques.
Bonita vista la que tienes desde casa. Yo para ver la Giralda me tengo que hacer 14 kilómetros, porque vivo en Bollullos de la Mitación.
BESOS.

Zinquirilla said...

Jajaja... Arturillo, qué buen apunte cinéfilo.

Ok, José Manuel, te añado a la lista que tengo de "regaladores de flores" ;-) pero no te cantaré Por la calle de Alcalá, supongo que tienes estima a tus oídos :D

Anónimo said...

Vecinos antipáticos hay en todo vecindario, no desesperes.
Yo para ver la Giralda ni con catalejo.

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