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domingo, 19 de octubre de 2008

El parchís que jugamos en casa

En el verano de 1.999 (este inicio no es nada original como diría Firmin, pero es evocador de aquél cinematográfico), no sólo practiqué rappel y tirolina en la Sierra de Cazorla o dormí en una cama con dosel cuando me alojé en el Parador de Úbeda. Descubrí cómo se juega al parchís.

Lean bien la frase, no digo que jugara por primera vez o que me enseñaran a jugar sino que asistí asombrada a las reglas oficiales del parchís.

En una sobremesa de cielo nublado estuvimos jugando al parchís los que formábamos parte del voluntariado cultural de excavaciones en el Castillo de San Salvador (el nombre de la actividad es "campo de trabajo" pero me chirría tanto como le pasaba a J.). En cuanto puse tres fichas en mi casilla de salida ya creyeron que me había fumado las violetas del campo. Dejé de jugar y me pasé toda la partida observando. A la siguiente participé y les gané. Aún recuerdo el rebote que cogió uno por el porrón de fichas que le comí.

De haberme observado mi madre hubiera asistido complacida al avance tan espectacular que había adquirido mi técnica. Cuando era chica jamás ganaba y era yo entonces la que cogía rebote porque me comían y siempre tenía un montón de fichas en mi casa. Luego en los veranos de Matalascañas me adiestré jugando con JA y cogí el virtuosismo digno de la hija de mi madre que soy.

En casa el parchís es el deporte nacinal, por encima del Betis. Cierro los ojos y veo a mi madre sentada en el filo del porche de la casa de Sanlúcar de Barrameda. La figura está a contraluz si se mira desde el interior de la casa pues ella gusta de poner la mesa bajo el dintel en vez de sentarse fuera. Los dos brazos se mueven incesantemente, uno después del otro, uno a cada lado. En cada mano sostiene un dado que cae sobre sendas revistas de crucigramas. Juega contra ella misma.

Luego juega conmigo o con mi hermana. Las tres no, porque una llevaría ventaja, aunque yo me he propuesto como jugador desventajado. Y ya me cansé de proponer una partida los cuatro juntos. Aún colea los efectos de una partida así de hace más de veinte años.

De todas maneras, si sólo participan dos jugadores, la partida es más emocionante. Y más larga. Aquí viene la primera característrica de nuestro parchís: sumamos fichas y a veces de otro tablero. Solemos jugar con unas 8-16 fichas cada jugador. Estamos tan acostumbradas que no nos liamos con los colores. A mí me gusta el combinado amarillo-azul.

Y empieza la partida.

Sales de tu casa cuando te sale un 5 en el dado. Te toca otro 5, y otro, y otro más y otro 5... Puedes crear un puente con unas cinco fichas perfectamente. Imaginaros en medio de la partida un puente así y detrás las fichas del rival. Pueden tardar un siglo en franquear la barrera. Y ahí está la estrategia. Antes de que lo abras, tendrás que ir dejando fichas en los "seguros" esperando a tu rival para comerlo cuando pase.

De chica mi máximo objetivo era entrar pronto en casa. En este caso a a casilla 68 y ¡hala! a meter fichas por la "torre". Otro truco es dejarlas dentro. Te pueden venir bien luego en vez de irlas sacando de una en una. Por ejemplo, si estás detrás de un "puente" así te quedan fichas para mover o también para comerte fichas del rival. ¡Qué es de lo que se trata!. Por cierto, recuerdo antológicas jugadas de coincidir varias. Por ejemplo: tengo una ficha en las casillas 72 y otra en la 66. Si me sale un cuatro en el dado, meto dos fichas de una vez. O por ejemplo, una jugada muy típica nuestra era mantener una casilla en el 36. Si me como una me cuento 20 y llego a la casilla 56 desde donde hay juasto veinte casilla para entrar. ¡Ah! Si te comías dos fichas de una vez te cuentas 40.

En las casillas que llamamos "seguro" (la 12, por ejemplo) podían permanecer tranquilamente fichas de varios jugadores. Y sin límite de número. Ahí nosotros compartimos espacio a salvo con el rival, no nos comemos.

Ya habrán visto que lo nuestro es avanzar de una punta a otra del tablero. Creo recordar que en la versión oficial te paras cuando te sale un seis en el dado. Mi madre tuvo la ocurrente idea de sumar. ¡Pero con la misma ficha!. Así si sale seis en el dado, no movemos ficha sino que volvemos a tirar. Si sale otro seis, volvemos a tirar. Ahora viene lo emocionante. Si sale otro seis: ¡dieciocho, a tu casa!. Un secreto: soy bastante gafe, normalmente los 6 me salen a pocas casillas de llegar a al torre final. Pero si no sale un seis puedes contarte un ocho por ejemplo o un diecisiete con la misma ficha (que es lo que hay justo entre las casillas 5 y 22). Ya ven que jugamos dando pasos de Gulliver.

A mí la versión oficial me pareció muy sosa y pocas posibilidades de comer fichas que es lo interesante, como me adiestraron, jee.

Mi madre no sabe lo que era un blog hasta que lo vio en las noticias y entonces le dijo a mi hermana "seguro que la chica tiene algo así". Cuando me lo contó mi hermana ni desmentí ni afirmé la conjetura materna. Eso sí, a mi madre le hubiera encantado este post.

Un besito mami.

p.d. y no podía faltar el himno del juego:

* en este blog sabrán coas misteriosas acerca de tableros.

1 Comment:

Zinquirilla said...

Mi ex cuñado me regaló un tablero gigastesco de parchís. Apenas lo he usado pero lo guardaba, aunque con un armario nuevo no me cabe. Se lo ofrecía una asociación que juega con niños pero ni caso. Si a alguien pudiera interesarle, no tiene más que decírmelo.

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