Había salido a hacer unos mandados pero mi padre me llamó justo cuando estaba en la báscula de la farmacia de Orfila. Al menos ya había recogido los zapatos de "Rápido Americano".
- Chica, ¿estás cerca de casa?
- Sí.
- ¿Puedes venir pa'cá?
- Voy pa'llá.
Cuelgo apenas termino de hablar y me encamino a casa lo más rápido que puedo. A medida que tengo que esperar en el amorfo semáforo de la Encarnación, me preocupo del por qué de la llamada y me asusto pensando que le ha pasado algo a mi madre. A la altura de San Pedro ya creo que mi padre se ha caído o algo así. Aunque entonces no me hubiera dicho si "podía" acercarme, me digo. O tal vez la cosa es grave, y no tenía que ver con lo que tardara en llegar a casa.
Cuando enfilo mi calle, me extraña no ver a mi padre ni oírlo cuando suelto un "¡Papáaaa!" en el portal. Llego y me enseña un minúsculo recorte de periódico con un número de teléfono.
- Hay que llamar a esté número de 11 a 1.
Son las una menos cinco y pienso que mi padre pretende ahorrarse la llamada con mi móvil.
- ¿Y qué digo?
- Es una academia.
- Papá, yo ya estoy comprometida (sic) con Roberto (mi jefe).
- Bueno niña, a ver si pagan más o es por las tardes.
Llamo y el señor que me atiende me pide que vuelva a llamar en diez minutos.
Y resulta que cuando vuelvo a llamar, veo en el móvil el nombre de la academia donde trabajo.
- ¡Papáaa!, ¡¡que resulta que es la mía!!
- Yo te lo iba a decir.
- Jo, qué corte.
Pero ni yo había reconocido la voz de mi jefe, ni él parecía tener memorizado mi número.
(escrito originariamente el 15 de junio de 2007)
- Chica, ¿estás cerca de casa?
- Sí.
- ¿Puedes venir pa'cá?
- Voy pa'llá.
Cuelgo apenas termino de hablar y me encamino a casa lo más rápido que puedo. A medida que tengo que esperar en el amorfo semáforo de la Encarnación, me preocupo del por qué de la llamada y me asusto pensando que le ha pasado algo a mi madre. A la altura de San Pedro ya creo que mi padre se ha caído o algo así. Aunque entonces no me hubiera dicho si "podía" acercarme, me digo. O tal vez la cosa es grave, y no tenía que ver con lo que tardara en llegar a casa.
Cuando enfilo mi calle, me extraña no ver a mi padre ni oírlo cuando suelto un "¡Papáaaa!" en el portal. Llego y me enseña un minúsculo recorte de periódico con un número de teléfono.
- Hay que llamar a esté número de 11 a 1.
Son las una menos cinco y pienso que mi padre pretende ahorrarse la llamada con mi móvil.
- ¿Y qué digo?
- Es una academia.
- Papá, yo ya estoy comprometida (sic) con Roberto (mi jefe).
- Bueno niña, a ver si pagan más o es por las tardes.
Llamo y el señor que me atiende me pide que vuelva a llamar en diez minutos.
Y resulta que cuando vuelvo a llamar, veo en el móvil el nombre de la academia donde trabajo.
- ¡Papáaa!, ¡¡que resulta que es la mía!!
- Yo te lo iba a decir.
- Jo, qué corte.
Pero ni yo había reconocido la voz de mi jefe, ni él parecía tener memorizado mi número.
(escrito originariamente el 15 de junio de 2007)
3 Comments:
Vaya! Espero que tu jefe no lea tu blog.
Entre los nervios de algo grave y el berrinche que se lleva una cada vez que se sube a una báscula no me extraña que no te hubieras dado cuenta.
A veces la realidad supera a la ficción y esto es digno de una comedia.
Alquimista, en realidad nadie que me conoce in person, ni el mism C., jeje, debería leer mi blog.
Y sí, Silderia una siempre fantaseando y superando la ficción, jaja.
Gracias por vuestros comentarios!
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