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Siempre recibimos cuando damos.

Una canción

miércoles, 13 de febrero de 2008

¿Cómo los de antes, los de ahora, o éste?

El elogio desaforado del ex ministro del PP Arias Cañete a los camareros de antes ["Aquellos camareros maravillosos que teníamos, que le pedíamos uno cortado, un nosequé, mi tostada con crema, la mía con manteca colorada, cerdo, y a mí uno de boquerones en vinagre y venían y te lo traían rápidamente y con una enorme eficacia" (Madrid.07.02.08)] me recuerdan las palabras de mi progenitor quien no comparte quinta pero sí origen de la parienta con el susodicho.

Mi padre es el típico especimen sevillanito que se conoce uno a uno los bares de la ciudad (una de las causas de que se separaran mis padres, by the way) y también tiene bastante gracejo para decir las cosas. Sé que reproducirlas aquí (y por parte mía) no es lo mismo pero como viene al caso, cada vez que se topa con un bar penco (la comida, el servicio, precios sobre todo, que no tengan Cruzcampo, etc, etc) dice que va a dejar una foto suya y tambgién le he oído quejarse porque no acompañen con un vaso de agua el café que se toma, como "hacían antes".

Las palabras de Cañete no sólo son desafortunadas, fuera de lugar, rancias, dan pie con razón a que le endosen a los políticos del PP (en especial a los relacionados con el Sur) el sambenito de "señoritos de cortijo" y han hecho un flaco favor al Psoe dando pábulo a alimentar controversias de xenofobia adjudicadas al PP, sino que insultan a un gremio entero, el de los camareros.

Así será fácil de hablar de los impresentables como de los enteraos, digo de los taxistas o de los lentorros, quiero decir de los fontaneros. Porque es fácil generalizar y decir que sirven mal, pero no es cuestión de que el camarero sea un inmigrante. Los hay que sirven mal (y bien) sean de donde sean. De hecho, nunca he compartido esa máxima no escrita de que "el cliente siempre tiene razón". Prefiero que imperen la educación y el respeto mutuo.

A mi entender, el problema radica en la falta de profesionalidad que pueda haber en cualquier oficio, esfera o estatus laboral. Me he encontrado con numerosos antiguos alumnos que han encontrado en el trabajo la satisfacción que no les daba los estudios o que se quejaban de no permanecer en un mismo sitio más de tres meses. En este último caso los motivos eran variados, entre los que se encontraban, por parte de estos chicos y chicas, la impuntualidad, la desidia, el malmeter con compañeros o superiores o la fullería.

Para mí lo verdaderamente importante (y grave) es el relativismo moral que hay, en un sociedad donde se oye con demasiada frecuencia el "da igual" o el "todo vale" y el "qué más da".

En mi opinión, también se ha extrapolado el fenómeno GH al mundo laboral y así se quiere tener amigos en el trabajo, ligar a ser posible, intimar con los compañeros sabiéndose su vida y milagros por enterito e ir más allá de un horizonte profesional de acudir puntual al trabajo, hacer bien tu tarea, no sufrir ningún acoso por compañeros ni jefes. Lo que no exime que tengamos contratos y condiciones salariales acorde con las necesidades de cada uno.

¡Éso último es lo que hace falta que se cumpla!

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