En mayo de 1993 se celebraban los 25 años del mítico Mayo francés, tan idolatrado por mí. Cursaba 3º de Bup y escribí la editorial del periódico escolar, que había fundado, dedicada a tal hecho histórico. Ensalzaba la rebeldía de los jóvenes franceses (y por extensión norteamericanos próximos a Woodstock) de los 60, el enfrentarse a la autoridad de los adultos (la paternal -aunque en mi caso era maternal-, la policial y la gubernamental de decrépitos políticos con esepcial execración contra el dictador), criticaba el aburguesamiento y todos los clichés que me llegaban los convertía en ingredientes explosivos de mi encendido alegato. El cuál no podía tener otro título que el lema La imaginación al poder.
La contingencia de atacar las normas la hice extensiva a la imposibilidad de estudiar griego al año siguiente. El profesor de Lengua y Literatura que coordinaba el periódico censuró ese párrafo en que criticaba a las monjas. En realidad cuando salió el ejemplar vi atónita el tijeretazo y me fui asqueda del que había sido mi proyecto desde hacía 2 años evitando así otra entrevista con la directora después de mi affaire con Rafa.
Aquél año fue mi particular mayo francés. Lo más llamativo fue el lastimoso descenso que sufrieron mis notas. Alcanzaron hasta a Historia conociendo un notable por primera vez en esa asignatura. También recuerdo las larguísimas por noctámbulas pero infructuosas coversaciones que mantenía con mi madre. Lo acomplejada que me sentía ante mi propia inseguridad juvenil, fue nota distintiva mía de aquella temporada. Parecía transitar por un hilo invisible suspendido en el aire que me empujaba con hostilidad hacia todo lo que me rodeaba. En realidad hacia todos los que me rodeaban. Fue un año, o una época, en el que además de innumerables castillos en el aire en los que forjaba grandilocuentes aspiraciones para mi vida, sentía un irrefrenable deseo de movilización de los valores con los que quería costruir mi propia vida y personalidad.
Ahora, en medio de mi vida y actuales circunstancias de trabajo, familia y relaciones personales, me pregunto qué queda en mí de aquella Virginia.
La contingencia de atacar las normas la hice extensiva a la imposibilidad de estudiar griego al año siguiente. El profesor de Lengua y Literatura que coordinaba el periódico censuró ese párrafo en que criticaba a las monjas. En realidad cuando salió el ejemplar vi atónita el tijeretazo y me fui asqueda del que había sido mi proyecto desde hacía 2 años evitando así otra entrevista con la directora después de mi affaire con Rafa.
Aquél año fue mi particular mayo francés. Lo más llamativo fue el lastimoso descenso que sufrieron mis notas. Alcanzaron hasta a Historia conociendo un notable por primera vez en esa asignatura. También recuerdo las larguísimas por noctámbulas pero infructuosas coversaciones que mantenía con mi madre. Lo acomplejada que me sentía ante mi propia inseguridad juvenil, fue nota distintiva mía de aquella temporada. Parecía transitar por un hilo invisible suspendido en el aire que me empujaba con hostilidad hacia todo lo que me rodeaba. En realidad hacia todos los que me rodeaban. Fue un año, o una época, en el que además de innumerables castillos en el aire en los que forjaba grandilocuentes aspiraciones para mi vida, sentía un irrefrenable deseo de movilización de los valores con los que quería costruir mi propia vida y personalidad.
Ahora, en medio de mi vida y actuales circunstancias de trabajo, familia y relaciones personales, me pregunto qué queda en mí de aquella Virginia.
3 Comments:
Reinventate, siempre se está a tiempo de imaginar y construir castillos en el aire...
Te he visto un poso de tristeza en este post, espero que sólo sea un efecto transitorio y circustancial.
Como no podré dejarte comentarios hasta la semana que viene, te envío mi pésame por adelantado para lo que vaís a sufrir este domingo ante los coleccionistas de paragueros...
Besos
Te he dejado un regalo en mi blog.
Cuántas resonancias encuentra en nosotros aquel mayo francés. En 1993 aún creía en él e imaginaba que cualquier mayo imprevisto podía volver a saltar la liebre volviéndonos de nuevo revolucionarios aunque fuera en una especie de juego. Cuarenta años después, el recuerdo del mayo francés contrasta con el mundo burocrático en que se ha convertido nuestra realidad. Lo de imaginación al poder hoy es un sarcasmo. Me produce tristeza este recuerdo.
Me pasa como a Joselu, que en el 93 aún creía en el mayo francés. Y sí, un punto de tristeza tiene el post recordando lo activa que era de joven. Aún me quedo un poso de imaginación como decía el lema, pero soy muy nostálgica, así que siempre miro atrás.
¡Gracias por el regalo José Manuel ;-)!
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